Mujeres para ordenar el tráfico marroquí
Incredulidad entre los conductores del reino alauí ante la primera promoción de agentes femeninos
Desde hace unos días, agentes femeninos dirigen el tráfico en las calles de Rabat. La medida, de la que se venía hablando desde hace algunos meses -y que, curiosamente, suscitaba cierta incredulidad-, ha llegado coincidiendo con la celebración del 37 aniversario del acceso al trono del rey Hassan II, y abre una brecha en una sociedad en la que la incorporación de la mujer se va produciendo con goteo.En Marruecos hay ya mujeres trabajando en las aduanas, en las oficinas de la gendarmería y, al parecer, en el Ejército, aunque estas últimas, dicen, se quedan en los cuarteles. Hay también juezas, a las que no se puede denominar en femenino porque en árabe la palabra qadí es de género común.
Se ha sabido recientemente que hay mil mujeres que están siguiendo los cursos de formación en el Instituto Real de Policía de Kenitra, y que pronto se repartirán por las principales ciudades del reino alauí. Mil para un país de 30 millones de habitantes es muy poco. Pero la perspectiva quizá cambie si se tiene en cuenta que ésta es una sociedad patriarcal y machista, en la qué la sorpresa ha sido mayúscula, y ha producido ya no pocos descontentos entre los automovilistas, que temen que con una mujer encargada de hacer cumplir las normas de tráfico en un país en el que, por otra parte, las señales son puramente orientativas, sea más difícil el trapicheo al uso.
Porque en Marruecos el prohibido no existe en materia de tráfico, y uno puede hacer caso o no de las normas según quién sea, su rango social, el coche que lleve, el traje o el uniforme. Pero también depende de la habilidad de convencer al policía que pone la multa. Cuando uno comete una infracción y es pillado in fraganti, queda, al menos, la esperanza de que el guardián de la ley se apiade, se asuste al ver la matrícula del coche o simplemente acepte una propina de 50 dirhams y cierre los ojos. algunos marroquíes piensan que con mujeres policía patrullando esa esperanza se desvanece.
Cuando hace ya tres años se planteó la posibilidad de que las mujeres optaran a entrar en el Parlamento, las élites político-religiosas del país se rasgaron las vestiduras. Tuvo que ser el mismísimo rey, en su calidad de emir de los creyentes, quien defendiese la medida. En la anterior legislatura fueron sólo dos las mujeres en un ágora de 325. Algo insignificante, pero por lo menos ya se había roto el muro.
Este verano pasado, de nuevo fue el rey quien remodeló el Gobierno y nombró a tres secretarias de Estado con rango de ministro. La sociedad marroquí lo aceptó a trancas y barrancas. Los partidos políticos de todos los colores presentaron en, las últimas elecciones un 5% de candidatas, para que no se les tratara de misóginos. Sin embargo, las urnas fueron implacables con esta iniciativa: sólo salió una diputada en un Parlamento con más de 300 varones.
El nuevo Ejecutivo, formado hace dos semanas por el socialista Abderráman Yussufi, al que los marroquíes miran expectantes en lo que a modernización se refiere, no ha salido mejor parado en el tema femenino. Sólo dos mujeres entre los 41 miembros del Gabinete, y en calidad de secretarias de Estado: Nuza Chekruni, que se ocupará de los Minusválidos, y Aicha Belarbi, de Cooperación Internacional, con el consiguiente rechinar de dientes del cuerpo diplomático, que no admite mujeres como embajadoras.
Si el rey pone a las mujeres como guardianas del orden y la ley, se dice en las calles de Rabat, entonces todas las utopías son posibles. En la sociedad marroquí, algo tan natural por otros pagos como la incorporación de la mujer a la vida social y política, hace a la gente preguntarse si está a las puertas de una auténtica revolución cultural. El camino por recorrer es aún largo, y a él se incorporan ahora las guardias de tráfico.
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