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Viena acoge una antológica de Henry Moore

La exposición de la capital austriaca esta integrada por 85 esculturas y 40 dibujos

El Museo de Historia del Arte de Viena presenta, hasta el 9 de agosto, en el palacio Harrach, una amplia antología del escultor británico Henry Moore, con ocasión del centenario de su nacimiento. Para facilitar la comprensión de la creatividad del artista se han repartido en 10 grupos temáticos las 85 esculturas y 40 dibujos que fueron prestados por la Fundación Henry Moore, la Tate Gallery de Londres y por muchas otras colecciones.

Gracias a una beca, el séptimo de ocho hijos de un minero consiguió estudiar arte. Con el respaldo de sir Willíam Rothenstein, el director vanguardista del Royal College of Art de Londres, Henry Moore no tardó en darse cuenta de que lo suyo estaba más allá del conservadurismo clásico e inició su búsqueda en las formas arcaicas del arte no europeo. "Todo lo que yo necesitaba lo encontré en Picasso y en el Museo Británico", escribió Moore. Admiraba la densidad y la armonía elemental -fiel a la naturaleza de la piedra- que encontró en la colección de esculturas mayas y aztecas del Museo Británico, donde también pudo estudiar las plásticas de las islas del Pacífico y de África.La muestra en la capital austriaca hace referencia a los orígenes de la creación de Moore. Un apartado está destinado a la figura de mujeres reclinadas, que ocupan tres cuartas partes de su obra y son el resultado de sus reflexiones sobre el modelo de Chacmol, escultura precolombina. En otra sala, la atención se dirige a las cabezas, que por lo general son muy pequeñas, coronando torsos masivos.

En su lenguaje abstracto y sensual, Moore contrasta y comunica la masa con el vacío, señala la correspondencia entre lo interior y lo exterior, entre la obra y su entorno. En 1932 presentó su primera escultura con agujero. Decía que "el secreto del agujero es la fascinación enigmática de las cuevas, las colinas y los acantilados". Las asociaciones con estos paisajes aparecen en el cuerpo femenino, la mujer se impone como imagen de madre-tierra, como símbolo de protección ante el mundo amenazado por la racionalidad y la agresividad masculina.

El conjunto de madre con niño ocupa un lugar central en la exposición, cuyo catálogo indica el acentuado vínculo del artista con su corpulenta madre y la lejanía de su padre, propia de la época victoriana. Más adelante, Moore se dedica a la trilogía de la familia, y en unos dibujos de los años cuarenta refleja la regresión arcaica de los hombres de las cavernas en los cuerpos que buscan cobijo en los túneles del metro de Londres en la II Guerra Mundial.

"Sus esculturas no son la duplicación de una forma con todas sus características, sino el desplazamiento de un significado de un material a otro", explicaba el crítico Herbert Read, amigo y admirador de Moore. Read había publicado la versión en inglés de los escritos de C. G. Jung, el psicólogo suizo que exploraba el subconsciente proyectado en arquetipos, investigando, también él, los mitos del arte primitivo.

Entre la abstracción y los arquetipos, entre el constructivismo y el surrealismo, Henry Moore sembró un estilo genuino que le dio fama, pero que inevitablemente causó alguna que otra irritación, como la de un crítico del London Morning Post que en los años treinta escribió: "El culto a la fealdad triunfa en manos de Henry Moore, que manifiesta extremo desprecio por la belleza natural de mujeres y niños, privando a cada piedra de su valor y de expresión estética y emocional". Pero estas muestras de rechazo no hicieron mella en la trayectoria de Moore, que, continuó siempre en ascenso. Al igual que Auguste Rodin, también Moore fue apodado el Michelangelo del siglo XX.

Compromiso político

Entre el grupo de sus obras menos conocidas, la muestra presenta las cabezas con cascos, símbolos de guerra, de la dualidad negativa, de la superficie que protege y a la vez ataca. Moore siempre demostró una clara postura humanista y no escondió sus preferencias.Junto con los surrealistas ingleses firmó en 1936 el manifiesto de protesta contra la no intervención británica en la guerra civil española, pero no pudo participar en el viaje de la delegación de artistas a la España republicana porque el Gobierno británico no le concedió el permiso para salir del país. En 1981, Madrid realizó con la obra de Henry Moore la mayor exposición extranjera de aquellos últimos 40 años, un hito que marcó el retorno de España a la vida cultural europea.

El número de sus exposiciones había aumentado a 40 por año, monumentales esculturas de Moore se instalaron en espacios abiertos de las metrópolis de todos los continentes. Harto de los problemas con la Fiscalización de su obra, el escultor creó en 1977 la Fundación Henry Moore, optando por trabajar allí como empleado a sueldo y dejando su obra como propiedad de la fundación, a la que encargó la perpetua administración del legado, la concesión de becas y el fomento de estudio de la escultura. Henry Moore falleció en 1986.

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