Privilegio
Tengo el privilegio de vivir en el Madrid de los Austrias. Cuando me vine a vivir aquí, lo hice por la proximidad al centro, buenos colegios para mis hijos y proximidad a mi puesto de trabajo, pero sobre todo por la tranquilidad que se respiraba. Pero todo esto duró poco, pues de entonces para acá se han propuesto que cambie de parecer. Comenzó a ponerse de moda, y empezaron a abrirse tabernas y tascas.Como no disponen de sitio para tomar las consumiciones, aprovechan cualquier techo o capó de coche, cualquier contenedor de basura, y ahora, gracias al señor alcalde, esos mamotretos con tierra llamados maceteros que están puestos para impedir aparcar a los residentes, los cuales estamos obligados a abonar previamente casi tres mil pesetas para que el funcionario de la ORA no te multe a ti, pero permitiendo impunemente a los clientes de restaurantes de la zona aparcar donde les da la gana, gracias al servicio de sus aparcacoches. Aparcan en aceras, plazas, pasos de cebra, esquinas, paradas de taxis o dobles filas; pero, eso sí, el aparcamiento de la Cebada sigue invisible para ellos.
Ahora les ha dado por aparcar en la plaza de San Andrés, y ¡menudo lío se monta!; la semana pasada, más de veinte policías, cuatro grúas; y el resultado de todo esto es lo de siempre, se llevan seis o siete cochecitos, pero a los grandes coches de buenas marcas no les sucede nada, permanecen como si formaran parte del paisaje, coches que son custodiados por los aparcacoches de estos restaurantes, los cuales son avisados de antemano-
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