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Blair presenta ante la Asamblea Nacional francesa su 'tercera vía' entre liberalismo y socialdemocracia

La fidelidad a los ideales es esencial, pero la ideología supone un riesgo mortal". Tony Blair, el primer ministro británico, se expresó así ayer ante la Asamblea Nacional Francesa. Blair fue invitado por el socialista Laurent Fabius, presidente de la Cámara, y su discurso subrayó la necesidad de compaginar modernidad y pragmatismo mediante una "tercera vía" entre el radicalismo antiestatal de Margaret Thatcher y la socialdemocracia clásica. "La tercera vía entre el laissez-faire y el rígido estatalismo consiste en una participación activa en el progreso de la empleabilidad".

En la jerga impuesta por Blair al Partido Laborista, la "empleabilidad" es un concepto clave referido a la calidad de la formación de los trabajadores. "Hoy en día, la seguridad en el empleo no depende de la ley, sino de la cualificación, del aprovechamiento óptimo de las competencias", dijo ante los diputados franceses, en el excelente francés aprendido de joven, cuando trabajó como camarero en París, y gracias a sus vacaciones en el Midi."La gestión de la economía no es de izquierdas o de derechas, sino buena o mala. El Gobiemo", siguió, entre los aplausos de los diputados, sobre todo los conservadores, "tiene que ocuparse menos de reglamentar que de equipar a los hombres para los cambios económicos, insistiendo en la educación, la calificación, la tecnología, la infraestructura y un Estado providencia que favorezca el empleo y lo haga ventajoso". La conclusión, un simple y eficaz "lo que cuenta es lo que funciona", hizo las delicias de la derecha, pero ésta se vio superada por la izquierda en su entusiasmo por respaldar la afirmación de que cuando es demasiado caro crear empleo, se establece otra forma de injusticia".

Blair no atacó abiertamente la opción francesa en favor de la semana laboral de 35 horas, pero sí insistió en los buenos resultados de su liberalismo social. Procuró liberar el adjetivo "flexibilidad" de la connotación peyorativa que lo acompaña en Francia, donde se ha utilizado como eufemismo de "despido libre", y propuso que se entendiese como sinónimo de "adaptabilidad". Criticó el racismo y fue ovacionado por todos los presentes: "Es una plaga que desfigura nuestras naciones. Es una lección que Europa no necesita que se la repitan dos veces".

Como símbolo de la mano tendida por Blair a su colega Lionel Jospin, quedó el anuncio de la creación de "una fuerza de choque franco -británica para poner en pie pequeñas empresas en los dos países". Y ya en un tono más lírico concluyó que "Francia y el Reino Unido han de crear juntas un nuevo mundo en el viejo continente".

La derecha francesa aplaudió en varios momentos a Blair, sobre todo en los pasajes en los que el líder británico hacía un elogio del pragmatismo, pero fue el presidente de la Asamblea. Nacional quien le dedicó el mejor elogio: "Su personalidad y estilo han hecho envejecer a más de uno".

Las opiniones de Blair sobre política exterior no despertaron el mismo entusiasmo, y su advertencia sobre la "necesidad de permanecer en guardia siempre ante Sadam Husein" fue escuchada en silencio. Tranquilizó en cambio su ratificación de europeísmo: "Hemos dicho que una moneda única en un, mercado único tiene sentido, y la City y las empresas ya están preparadas. Cuando llegue el momento, estaremos preparados".

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Laurent Fabius le pidió que fuera más claro en su respaldo a una "convergencia comunitaria en política exterior" y que aceptase la necesidad de pasarse "de la presencia tutelar de un aliado más poderoso, extraeuropeo, y frente al cual debe construirse precisamente Europa", una referencia muy clara a la irritación que provocan en París las estrechas relaciones entre Londres y Washington.

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