El arbotante español de la cúpula del BCE

Las cúpulas de las catedrales se sujetan con arbotantes. La del Banco Central Europeo -que a partir de enero de 1999 mandará sobre la moneda única y decidirá cuántos intereses tenemos que pagar 372 millones de europeos por créditos e hipotecas, y cuánto fuelle pueden tener nuestras economías- se sujetará con un presidente, un vicepresidente y otros cuatro miembros, que formarán el poderosísimo comité ejecutivo. Estas seis personas integrarán, además, el Consejo de Gobierno del BCE junto con los gobernadores de los Bancos centrales de los países euro. Dada su importancia e, incluso, su papel simbólico como cruzados de la estabilidad de la nueva moneda, se suponía que a estas alturas ya sabríamos, al menos, quién será su presidente. Pero, de momento, los periódicos nos limitamos a dejar constancia e una batalla sin resolver.Como siempre, todo dependerá de un pacto germano-francés. Bonn ha propuesto al holandés Wim Duisenberg (actual presidente del Instituto Monetario Europeo). París, a Jean Claude Trihet (presidente del Banco de Francia). En la práctica, a los ciudadanos debería darnos más o menos lo mismo: Duisenberg y Trichet no representan escuelas de pensamiento diferentes ni tienen curriculums tan distintos que permitan alentar esperanzas a quienes creen que la dirección de la política monetaria europea no debería ser únicamente una cuestión técnica. Probablemente, la decisión francesa de presentar la candidatura de Trichet no pretendió tanto imponer una línea determinada en la gestión del BCE como dejar claro que París no se amoldaba, sin negociación previa, a las decisiones del Bundesbank (principal defensor de la candidatura de Duisenberg).

Como dice el ex presidente francés Valery Giscard d'Estaing (en una entrevista que publicará próximamente La Guía del Euro) la UE desechó desde el principio poner al frente del BCE "a una fuerte personalidad política con vocación de hacerse oír" y prefirió buscar al candidato entre antiguos gobernadores de bancos centrales. "Es preocupante", asegura Giscard, "porque mientras la cultura dominante de los bancos centrales del Oeste está marcada por la lucha contra la inflación y la reducción del déficit, las autoridades monetarias de EE UU dedican una atención constante a las tasas de crecimiento y de paro".

Lo cierto es que la negociación previa impuesta por Francia sigue su marcha y que es posible, incluso, que la cumbre de jefes de Gobierno y de Estado de primeros de mayo -y en la que se anunciarán los países que se integrarán en la moneda única- posponga el nombramiento de presidente del BCE, para no empañar con nuevas discusiones la feliz nueva de que la Unión Monetaria nace simultáneamente en 11 países.

Los representantes del Gobierno español participan, sin duda, en estas negociaciones, no sólo porque el nombramiento del presidente del Banco Central Europeo deba ser unánime, sino también porque es casi seguro que España pueda proponer a uno de los cuatro vocales del Comité Ejecutivo. Dado que el gobernador del Banco de España, Luis Ángel Rojo, -con el que tanto Duisenberg como Trichet desearían contar- ha dicho que quiere continuar en su actual puesto y que no tiene especial predilección por Franfort como ciudad de residencia, Moncloa se ha visto, sin duda, obligada a pensar en otra lista de posibles candidatos. Uno de los nombres más barajados fue, hasta hace unos días, el de José Luis Feito, prestigioso economista, embajador ante la OCDE, pero es posible que el candidato final sea alguien del perfil de Eugenlo Domingo: catedrático de Economía Aplicada de la Universidad Autónoma de Madrid, ex consejero del Banco Zaragozano, y sobre todo, miembro del Consejo de Gobierno del Banco de España.