El nuevo primer ministro chino se niega a condenar la represión de Tiananmen
El aperturista Zhu Rongji no ha tardado mucho en disipar las dudas sobre: su línea política. Apenas dos días despúes de llegar al poder, el nuevo primer ministro chino ha acabado con toda esperanza de revisión de la postura oficial sobre el movimiento democrático de Tiananmen, reprimido duramente por el Ejército en junio de 1989, que sigue siendo tildado de "contrarrevolucionario" por el régimen.
"Se adoptaron [entonces] medidas decididas y oportunas para estabilizar la situación nacional", afirmó ayer Zhu. "En el seno del Partido Comunista y del Gobierno ya se ha adoptado una conclusión correcta [sobre aquellos hechos], y esta conclusión no va a cambiar", apostilló en la conferencia de prensa de clausura de las sesiones de la Asamblea Nacional Popular (Parlamento).
Cuando se produjo la represión de Tiananmen, Zhu era alcalde de Shanghai y su actitud moderada lee granjeó el respeto de los estudiantes y disidentes que protagonizaron la revuelta. "Shanghai apoyaba entonces la misma línea que el Gobierno central", advirtió, al tiempo que insistía en la unidad interna del partido a la hora de juzgar lo ocurrido en 1989.
No importa si estas declaraciones reflejan fielmente su pensamiento o si responden más bien a una estrategia defensiva frente a los sectores más conservadores del aparato del poder en China Lo esencial es que no se va a reabrir el debate sobre los sucesos de Tiananmen durante el mandato de Zhu. Muchos de los grupos de disidentes chinos en el exterior, que habían acogido con esperanzas de cambio su llegada al poder, van a sentirse decepcionados por ello.
Por lo demás, el nuevo primer ministro chino confirmó ayer con solemnidad su intención de llevar a cabo las reformas administrativas, económicas y financieras a las que se ha comprometido. Así, anunció que la reconversión de las empresas estatales estará terminada en un plazo de tres años, sin que se vea afectada por la crisis económica asiática.
Zhu se mostró, sin embargo, más impreciso sobre la la decisión de permitir la plena convertibilidad del yuan, la divisa nacional, y explicó que esa medida estaba supeditada a la creación de un Banco Central dotado de un poder real de supervisión. El primer ministro tampoco ocultó que la complejidad de las reformas necesarias para modernizar la economía china e integrarla en los mercados internacionales. "Puede que tenga que atravesar un campo de minas o un precipicio, pero no habrá vacilaciones ni dudas", afirmó ayer.
Zhu ya había presentado el miércoles ante la Asamblea Nacional Popular la composición de su Gobierno, fruto de un hábil equilibrio entre las diferentes familias del poder. Con 59 años de edad promedio, el nuevo equipo es cuatro años más joven que el del ex primer ministro Li Peng, y sólo incluye a un veterano de la Revolución: el ministro de Defensa, Chi Haotian, que mantiene su cargo.
Es un Gabinete de tecnócratas, con una gran presencia de graduados en la Universidad Científica de Quinghua, en Pekín, en la que estudió el propio primer ministro. Entre los nuevos jerarcas destaca Sheng Huaren, responsable de la Comisión Estatal de Comercio y Economía, un superministerio industrial que ha visto multiplicadas por diez sus competencias.
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