Madrid, de espaldas a la cultura
El autor ve patética la gestión municipal y mantiene que Madrid y su realidad cultural están muy por debajo de sus posibilidades
Madrid se ha convertido, tras ocho años de gobierno municipal conservador, en el principal referente de la política cultural del Partido Popular. Intelectuales, críticos, escritores y artistas señalan de forma constante a nuestra ciudad como el prototipo de una gestión cultural rancia y mediocre. Puede considerarse prácticamente un tópico situar a la capital de España como reducto exclusivo de un casticismo mal entendido, como la ciudad de la Violetera y las procesiones interminables. Resulta patético seguir al alcalde en su peregrinación por las secciones de cartas al director de los diarios escritos intentando enmendar lo obvio: en todo el país se percibe a Madrid de espaldas a la cultura.Madrid cuenta, sin embargo y al margen de sus gobernantes, con una enorme potencialidad en el ámbito de la cultura, que le viene de la extraordinaria riqueza de su patrimonio, de la cantidad y la calidad de sus museos, sus teatros, sus centros culturales públicos y privados, y, sobre todo, del talento, la sensibilidad y la proyección de sus creadores, de sus críticos y de su público. Por ello resulta dramáticamente injusto que una ciudad como la madrileña, en la que un simple paseo por sus calles permite percibir el pálpito de aquella potencialidad que pugna por salir a la luz, sea contemplada a través del prisma del encefalograma plano de la política cultural de la derecha capitalina.
Como cualquier pueblo de mediana dimensión, la gestión cultural del PP en Madrid se limita a la puesta en marcha de las campañas. De este modo, cada ejercicio discurre indefectiblemente por la cabalgata en la campaña de Navidad, la musa de los carnavales, las misas en Semana Santa, los festejos del patrón, el concierto del verano y vuelta a empezar. Cada campaña parecida a la anterior, pero un poco peor, en una senda de empobrecimiento progresivo y evidente.
Merece la pena llevar a cabo un rápido recorrido por los diferentes ámbitos de la política cultural de nuestro Ayuntamiento. En primer lugar, la gestión de sus instalaciones. El Museo Municipal, de extraordinario valor por su arquitectura y por sus contenidos, tiene cerradas más de la mitad de sus salas a causa de una faIta de personal reconocida por su directora. El Museo de la Ciudad es gestionado, incomprensiblemente, a través de una empresa urbanística. El Museo Arqueológico municipal se encuentra clausurado desde hace años. El Centro Cultural de la Villa se ha convertido en un hotel de lujo, en el que cualquier agente puede colocar su espectáculo -ya sea un concierto de Bach o un show de cabareteras- a cambio de la taquilla, o alquilar alguno de sus salones para vender moda o antigüedades. El teatro Español, por su parte, se ha convertido en el mayor escándalo de la profesión, por el despilfarro y las irregularidades cuasimafiosas continuas de su gestión económica y por las formas que ejerce el matrimonio Puig-Recatero en su dirección. El medio centenar de centros culturales de distrito de que dispone la ciudad -todos construidos en la etapa socialista- languidecen por falta de programación y presupuesto, con sus puertas cerradas los viernes, sábados y domingos, como si de meras ventanillas de tributos se tratara.
La panorámica de las instalaciones se completa con el capítulo de privatizaciones. El Ayuntamiento renunció desde su inauguración a gestionar uno de sus teatros mas modernos y significativos, el Teatro Madrid, explotado en la actualidad por una empresa privada con una subvención municipal a fondo perdido de 60 millones de pesetas anuales. Las escuelas de música, de las que no se ha vuelto a abrir ninguna desde que gobierna el PP, se debaten entre la estrechez física de sus edificios y la estrechez presupuestaria fruto de su gestión a través de criterios de rentabilidad empresarial. La videoteca se ha transformado en un simple videoclub de barrio que alquila Instinto básico a 500 pesetas el fin de semana. Y los talleres de los centros de barrio se encuentran en manos de academias de inglés y de sevillanas, que hacen su agosto todo el año ahorrando el alquiler de sus aulas.
Mientras tanto, el patrimonio cultural e histórico de la ciudad se destruye bajo las piquetas de la plaza de Oriente -recinto palaciego de los Austrias-, se deteriora por falta de cuidados -templo de Debod-, se traslada a otro municipio sin justificación alguna -Museo del Ejército- o se intenta arrebatar a los madrileños alegando obsoletas reliquias documentales -Ángel caído-.
A causa de la debilidad política del Ayuntamiento y de su falta de iniciativa, el resto de las administraciones ningunean constantemente a la corporación y niegan a sus responsables la función lógica de aportar un nivel mínimo de coordinación y coherencia en la programación y el desarrollo de las instituciones culturales presentes en Madrid. La ciudad no participó en la reconstrucción y en la puesta en marcha del primer centro musical y operístico de España, el Teatro Real, y al día de hoy ni tan siquiera han permitido a sus representantes ocupar los puestos que les corresponden en el patronato de la Fundación Teatro Lírico para opinar, al menos, sobre su gestión diaria. En el mismo sentido puede hablarse de la nula presencia municipal en los destinos de los principales museos de Madrid, en los teatros nacionales o en el Círculo de Bellas Artes, por poner distintos ejemplos.
Madrid y su realidad cultural se encuentran en estos momentos muy por debajo del papel que les corresponde por su historia, por sus posibilidades y por sus gentes.
Madrid cuenta con la primera pinacoteca del mundo, la mayor concentración anual de exposiciones, la principal red de teatros y auditorios de España y la presencia en sus calles y en su vida diaria de los más importantes escritores, intelectuales, artistas y creadores en general. Pero Madrid no tiene un festival de cine como San Sebastián, ni uno de teatro como Almagro, ni uno de jazz como Vitoria, ni uno de música y danza como Granada. En Madrid no se desarrollan proyectos de ciudad con la cultura en primer término, como sí lo hacen en Barcelona o incluso en Valencia -Valencia Tercer Milenio-, por considerar una corporación del mismo color político que la nuestra.
Madrid necesita recuperar la creación, la divulgación y la presencia constante de la cultura como una de sus prioridades de futuro. Con imaginación, con voluntad política, y, lo que es más importante, con ambición de ciudad, Madrid puede convertirse en el faro cultural del sur de Europa. Nuestra ciudad tiene capacidad y recursos suficientes para mostrar al mundo, en una exposición continua, lo mejor de la pintura, de la escultura, de la narrativa, del teatro, de la poesía, de la música, de la danza. Para ello, Madrid debe generar una nueva dinámica cultural que invite a los creadores más atrevidos y vanguardistas, a los jóvenes con inquietudes artísticas y a todo aquel que quiera disfrutar del arte y la cultura a acudir a nuestras calles y a nuestros centros, porque aquí encontrarán una programación rica, abierta y valiente.
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