Muere en accidente uno de los míticos comandantes de la revolución cubana
El mítico comandante de la revolución cubana Manuel Piñeiro Losada, más conocido por Barbarroja, murió el miércoles en La Habana tras sufrir un accidente de tráfico, probablemente provocado por un infarto. Piñeiro, de 64 años, fue uno de los fundadores de los órganos de la Seguridad del Estado tras la victoria de la guerrilla de Fidel Castro, y en 1961 ocupó la jefatura del espionaje y la Dirección para las Relaciones con los Movimientos Revolucionarios de América Latina y África.
El accidente se produjo cuando, al parecer, Manuel Piñeiro sufrió un desvanecimiento mientras conducía su propio vehículo por el barrio habanero de Miramar, tras haber asistido a una recepción en la Embajada de México.Barbarroja se convirtió, desde la Dirección para las Relaciones con los Movimientos Revolucionarios de América Latina y África, en una verdadera pesadilla y azote para la CIA y los regímenes militares latinoamericanos durante la década de los sesenta: desmontó planes para asesinar a Fidel Castro, apoyó y preparó a guerriIleros de toda América para luchar contra los dictadores del continente, y fue amigo personal y estrecho colaborador del Che Guevara, a quien suministró el apoyo logístico necesario para sus acciones guerrilleras en Congo y Bolivia.
Su vida, siempre tras las bambalinas políticas de La Habana, fue de película. Hijo de dos emigrantes gallegos, nació en medio de un huracán en el mostrador del bar que tenían sus padres en la ciudad cubana de Matanzas.
De ideas rebeldes desde joven, en 1957 se alzó en la Sierra Maestra contra Fulgencio Batista, y desde entonces se convirtió en uno de los fieles colaboradores de Fidel y Raúl Castro. Fue en aquella época cuando se dejó una larga y tupida barba pelirroja -origen de su sobrenombre-, que durante años fue uno de los blancos soñados de la CIA.
Héroe para sus hombres en Cuba, odiado a muerte por sus enemigos ideológicos en Miami, Estados Unidos y todo el continente, Piñeiro fue un estratega extremadamente hábil, de un humor e inteligencia fuera de lo común, cualidades que reconocían y temían hasta sus peores adversarios.
Junto al Che preparó en 1963 una incursión guerrillera en Argentina que dirigió el periodista de ese país Jorge Masetti y a la cual debía sumarse Guevara.
También estuvo detrás de operaciones guerrilleras en Venezuela, Congo y otros países de América Latina y África en las que participaron cubanos, incluido el entrenamiento y asesoría de los líderes de la revolución sandinista.
A finales de la década de los sesenta dejó el cargo de viceministro del Interior y jefe de los servicios secretos y pasó a dirigir la oficina del Comité Central que se ocupaba de las relaciones con los movimientos revolucionarios de Latinoamérica, desde donde Barbarroja cumplió similares misiones como guardián implacable de la revolución y defensor a ultranza de las causas guerrilleras en el continente.
Padre de dos hijos estaba casado con la escritora chilena Marta Harnecker. En la actualidad, alejado ya de sus funciones como jefe del espionaje cubano, frecuentaba los jardines diplomáticos de La Habana, donde era considerado "un amigo" por los embajadores de las principales misiones europeas. Tanto es así que durante el reciente viaje del Papa a Cuba fue el único comandante histórico de la revolución que fue recibido por Juan Pablo II al margen de las actividades oficiales en la nunciatura de La Habana.
La última "batalla ideológica" de su vida la emprendió el año pasado, coincidendo con la conmemoración del 30º aniversario de la muerte del Che. Barbarroja escribió entonces varios artículos y concedió algunas entrevistas a periódicos extranjeros, entre ellos a este diario, en las que mantuvo hasta el final que el pensamiento de Guevara todavía tenía vigencia en América Latina y que la guerrilla de Bolivia pudo haber triunfado.
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