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Ensayo general

El próximo fin de semana 9.000 socialistas vascos designarán a su candidato a lehendakari para las elecciones al Parlamento de Vitoria, que se celebrarán con casi total seguridad el domingo 25 de octubre. Esta original consulta intrapartidista inaugura el sistema de primarias aprobado por el 34º Congreso del PSOE para elegir a quienes deberán encabezar las listas socialistas en los comicios europeos, legislativos, autonómicos y municipales (en ciudades con más de 50.000 habitantes). El. nuevo procedimiento podría favorecer la democratización de la estructura y funcionamiento de los partidos que el artículo 6 de la Constitución ordena: siempre -claro está- que la fórmula sea aplicada lealmente dentro del PSOE y que los restantes partidos-con el PP a la cabeza- sigan ese buen ejemplo.Los preparativos de las primarias vascas no mueven, sin embargo, a un excesivo optimismo. El conde de Romanones dijo, al parecer, que los contenidos de las leyes le importaban un bledo siempre que le fueran confiadas la elaboración y la aplicación de los reglamentos: las resoluciones de un congreso también pueden ser vaciadas de contenido por los encargados de ejecutarlas. En un primer momento, Nicolás Redondo Terreros, que sustituyó a Ramón Jáuregui como secretario general del PSE-PSOE hace unos meses, anunció reiterada y solemnemente su irrevocable propósito de no ser candidato a lehendakari y de apoyar a la persona designada para la tarea por sus compañeros. Rosa Diez, veterana dirigente socialista vizcaína y actual miembro del Gobierno de Vitoria, presentó su candidatura con el apoyo de 1.600 firmas; Carlos Totorika, que había mostrado su capacidad política como alcalde de Ermua tras el asesinato del concejal Blanco, barajó también esa posibilidad, pero no llegó finalmente a materializarla.

La presentación de Rosa Diez hizo sonar todas las alarmas en las alturas -o en los sótanos- del aparato del PSE-PSOE; esto es, el entramado burocrático tejido por los políticos-funcionarios que controlan las organizaciones partidistas como fuente permanente de poder y de ingresos (sea a través de la ocupación de cargos públicos, sea desde puestos de trabajo internos). El Comité Ejecutivo de los socialistas vascos proclamó inesperadamemte la candidatura a candidato de Redondo, quien cambió de la noche a la mañana su firme rechazo del peso de la púrpura por la orgullosa aceptación de su carga. Benegas, presidente del PSE-PSOE, hizo gala de su proverbial patosería (que le lleva habitualmente a meterse en todos los charcos) y criticó a Ramón Jáuregui, miembro de la Ejecutiva Federal y también militante del socialismo vasco, por su respaldo a Rosa Diez. Con un desarmante cinismo, Mario Onaindía -vicepresidente del PSE-PSOE y padrino de Redondo- reveló candorosamente al diario El Mundo (6-III-1998) el pecado cometido por Rosa Diez, en teoría "una gran candidata, con mucha capacidad y experiencia políticas": el aparato la hubiese apoyado si "en vez de recoger firmas, se hubiera planteado su candidatura en la Ejecutiva".

Redondo no es sólo el candidato del aparato, sino también la foto-robot del profesional de la política: hijo del antiguo secretario general de UGT, su carrera se ha desarrollado dentro de las protegidas paredes de la burocracia sindical y partidista, desde su condición de estrecho colaborador de Damborenea (la vinculación de Redondo a la rama vizcaína del socialismo policial se hizo visible con su visita a Sancristóbal en la cárcel) hasta su posterior viraje para presidir la reconciliación entre la bronca tradición de la margen izquierda y la corriente filonacionalista guipuzcoana. Si la maniobra de Redondo tuviese éxito -como parece probable- y fuese imitada por el resto, del PSOE, las primarias no serían un procedimiento de selección del candidato más adecuado para conseguir el máximo posible de votos, sino un mecanismo burocrático para dar un baño de legitimidad formal a la persona designada por el aparato.

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