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Alemania: rigor y política

Xavier Vidal-Folch

Alemania, la gran reticente a la política estructural por ser la gran pagana del presupuesto comunitario, ha seguido con interés la vinculación del Fondo de Cohesión al Pacto de Estabilidad, la criatura rigorista de su ministro de Finanzas, Theo Waigel.Además, sólo puede caerle bien que ese endurecimiento se acompañe de otros complementarios, como la posibilidad de reducir en algunos casos la tasa de financiación comunitaria respecto de la actual (que alcanza entre el 80% y el 85% del coste de un proyecto, el resto lo pone el beneficiario), un control más exigente de la gestión o la pérdida de la ayuda si el proyecto subvencionado no empieza a desarrollarse al cabo de dos años de ser aprobado.

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Bonn parece también sensible a la defensa desplegada por España y Portugal por la continuidad del Fondo: anularlo conllevaría un gran coste político para los Gobiernos de José María Aznar y Antonio Guterres. Serían acusados de perder lo que lograron sus antecesores en la cumbre de Edimburgo de 1992. En el caso español sería doblemente grave, porque Aznar tildó de "pedigüeño" a González cuando encabezó la lucha por obtenerlo.

Además, el volumen del Fondo de Cohesión es relativo. Para España, su principal beneficiaria, es muy sustancial porque extrae de él en torno al 20% del flujo total que le transfiere el conjunto de fondos estructurales. Pero en términos globales, sólo representa algo más del 8% del volumen agregado de todos ellos: 20.300 millones de euros contra 210.000 millones, el resto. O sea, un pellizco, que aconseja a Bonn centrar el regateo de su aportación a los otros fondos.

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