_
_
_
_

Versos libres para presos

El colectivo Aldea Poética lleva sus versos jóvenes al centro penitenciario de Soto del Real

Un recital poético en la cárcel. Escenario: centro penitenciario de Soto del Real. Poetas: Ana Caballero, Víctor Olaya y Diego Blázquez, miembros del colectivo Aldea Poética. Destinatarios: reclusos y reclusas del Módulo X de esta prisión.Una cincuentena de reclusos y reclusas forma parte de este módulo. El nexo es que todos estudian en la Universidad Nacional de Enseñanza a Distancia. Sus preferencias se inclinan por el Derecho, opción llena de elocuencia.

Los universitarios de esté módulo cuentan con facilidades para estudiar: les es permitido apagar las luces de sus células más tardíamente que al resto de la población reclusa, por las mejores condiciones que la noche les brinda. También emplean ordenadores.

La iniciativa de acercar la poesía al centro penitenciario de Soto procede de Solidarios para el Desarrollo, una organización que asume la encomienda de suministrar vitalidad cultural a los reclusos del módulo mediante conferencias, actos musicales y otros estímulos.

La poesía, hasta ayer, no había entrado en un penal como Soto de una manera directa, dada la juventud de este recinto carcelario, apenas tres años.

Pero la poesía sí ha emergido al exterior desde el interior de los presidios, como la historia de la poética española muestra: Miguel de Cervantes, preso en Argel durante años; Francisco de Quevedo, encarcelado en el caserón leonés de San Marcos, o, más cerca en el tiempo, en los años cuarenta de nuestro siglo, el poeta comunista Miguel Hernández, con sus desgarradas Nanas de la cebolla, dedicadas a su nacido y desnutrido hijo, escribieron poemas repletos de sed de amor y libertad.

Quien llevó ayer la belleza a la prisión ha sido el colectivo Aldea Poética, un grupo muy dinámico que cosecha la mies literaria de poetas jóvenes de ambos sexos, como Víctor, Diego y Ana, bajo la coordinación de los hermanos Juan y Antonio Pastor, éste también poeta: han acudido a conventos o, ahora, al penal de Soto para abarcar con la belleza de sus poemas estos espacios habitualmente a ella sellados.

Con sus voces, sus palabras cálidas repletas de intimidad y el rasgueado de sus guitarras, al que se ha unido un recluso, de nombre Miguel, que canta con el corazón dolorido, el colectivo Aldea Poética llevó ayer a este centro penitenciario la certeza de que la poesía es capaz de atravesar todos los valladares y ahuyentar con su bálsamo tanto sufrimiento: "Pero, amigos, venid, dejemos las orillas de enloquecidos pájaros en esta noche... con su calor agruparemos dioses con las manos nuestras y, mientras el viento hinca su ligazón de fugas, sigamos abrazados".

Los versos de Marta Royo, leídos por Ana Caballero, arrancaron ayer un beso furtivo e inocente entre un recluso y su amada, también presa, refugiados entre un auditorio ensimismado.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_