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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Democracia india

LOS RESULTADOS de las elecciones en la democracia más poblada del mundo definen un panorama complejo. De las urnas han salido dos grandes bloques que necesitarían del apoyo de otros pequeños partidos para formar Gobierno. El BJP (Partido del Pueblo de la India, nacionalista) se ha convertido en el partido más votado y su programa de orgullo hinduista atrae desde analfabetos de remotas zonas rurales a modernísimos ejecutivos de Bombay. El BJP tiene una obsesión con Pakistán y con los musulmanes -125 millones- y lucha porque el mundo reconozca a la India la primacía que sobre el papel correspondería a una democracia de 950 millones de personas. Para ello no duda en esgrimir el potencial nuclear y en desear una política de mayor peso regional para su país. Si alcanza el poder, que históricamente se le ha resistido, podría llegar a moderarse.Durante la campaña, el BJP ha manifestado repetidamente que todos los demás grandes partidos han tenido su momento de responsabilidad en los 50 años de independencia y que ya es hora de recoger el testigo, que en 1996 sólo pudo aguantar durante 13 días, incapaz de lograr el suficiente apoyo en el Parlamento. El BJP cuenta con el hombre adecuado, Atal Behari Vajpayee, lo que no se puede decir del Congreso, el segundo partido electoral, ni del derribo en que se ha convertido la coalición gubernamental saliente del Frente Unido, que ni siquiera tienen candidato a primer ministro. De Vajpayee, poeta en su ratos libres, se dice que es el hombre ideal en un partido que no le merece. Mas si el BJP no está a la altura y las fuerzas más abrasivas se llevan por delante la moderación y el espíritu de consenso de Vajpayee, las urnas pasarán factura en la próxima oportunídad, que podría estar a dos años vista si una coalición no genera una estabilidad política.

La política económica del BJP, con un acento más nacionalista, no asusta a los mercados, que no perciben diferencias sustanciales entre el bloque que tiene por mascarón de proa a un poeta y el que pretende encabezar el Congreso con el Frente Unido, al amparo del principio, ya explotado en 1996, de detener a toda costa a los hinduistas y defender el securalismo tradicional de la India. Esta pretensión del Congreso -que puede ser aritméticamente factible, una vez concluya el frenesí negociador- prueba que el cinismo del partido que ahora tutela Sonia Gandhi goza de buena salud. El Congreso derribó en diciembre al Frente Unido por la presunta complicidad de uno de los 13 partidos que lo integraban con los terroristas que asesinaron en 1991 a Rajiv Gandhi. Pero ahora no sólo le pide apoyo para formar Gobierno, sino que está dispuesto a aceptar dentro del Frente al partido que hace tres meses era repudiable.

El Partido del Congreso tiene que renovarse de arriba abajo. En su seno tiene gente que reclama esa regeneración y concede al BJP el derecho a gobernar. Pero Sonia Gandhi sigue jugando a ser la gran muda de esta historia. De ella se ha dicho que se lanzó a la campana para frenar la mayoría absoluta que los sondeos daban a un BJP que pretende arrojar luz sobre el caso Bofors, el presunto pago de comisiones ilegales en una operación de compra de armas a este fabricante sueco cuando Rajiv era primer ministro y titular de Defensa. La formación de Gobierno y la actitud que ante ella adopte Sonia será la primera prueba política que deberá pasar esta emperatriz de la India. Si el Partido del Congreso no para en barras para subirse al carro del poder, Sonia padecerá un gran fracaso moral

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