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Un 33% no llega y un 30% se pasa

Los trastornos sexuales, revisados por la lupa de la psiquiatría durante un congreso celebrado en Madrid

Los trastornos sexuales son más frecuentes de lo que parece. Incluso en aquellos que dicen conocer la felicidad. Aunque parezca insólito, el 33% de las parejas felices sufre de falta de excitación. Y por si fuera poco, el 30% de los hombres padece de eyaculación precoz. Es decir, todo lo contrario.Estos datos son sólo algunos de los que aportó el sábado pasado la psiquiatra estadounidense Virginia Alcott en la conferencia de clausura del I Curso de Actualización en Psiquiatría, organizado por la Fundación Castilla del Pino. Directora del Programa sobre Sexualidad Humana y Terapia Sexual de la Universidad de Nueva York, Alcott llegó a Madrid con una larga lista de disfunciones sexuales que expuso serena e impasiblemente, como hablan las personas convencidas de que los problemas existen porque tienen solución.

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Alcott definió cinco territorios a partir de los cuales enumeró los trastornos sexuales más frecuentes: el apetito, la excitación, el orgasmo, el dolor, y la adicción sexual. En el primero, situó el poco deseo y el miedo a la actividad genital; en el segundo, la impotencia y la frigidez; en el tercero, la anorgasmia femenina, la eyaculación retardada y la eyaculación precoz; en el cuarto, la dyspauremia (dolor en el acto sexual) y el vaginismo; y en el último, la adicción sexual compulsiva.

Para Alcott, lo más difícil es determinar el origen de cada disfunción: puede tratarse bien de razones biológicas, traumas posoperatorios, o motivaciones psicológicas. Y por supuesto la historia personal. Sobre todo los acontecimientos de la infancia y la adolescencia. Ahí es donde empieza a infiltrarse lo que Alcott denomina el "super ego punitivo".

En términos no psiquiátricos, explica, el super ego es la conciencia: "Si alguien se siente fácilmente culpable y le han contado que el sexo es malo, se pueden dar con más frecuencia disfunciones sexuales. Es absurdo decirle a una niña que el sexo es malo, y que en el momento de casarse deja de serlo".

¿Por qué las mujeres sufren más de la falta del deseo que los hombres? Aparte del látigo del super ego punitivo, Alcott ofrece tres razones más: una, biológica (la disminución de la testosterona); otra tiene que ver con la hostilidad hacia el sexo opuesto (generalmente producto de traumas infantiles); y otra cultural: la mujer se hace autónoma en materia de sexo mucho más tarde, porque suele descubrir su sexualidad en compañía, mientras que el hombre la descubre a solas, con la masturbación. "Por esto las mujeres son menos responsables de sus orgasmos", agrega Alcott.

En el caso de los hombres, el deseo puede estar condicionado a la dificultad para tener erecciones. El 8% de los varones jóvenes la sufren, siempre asociada a la angustia o a miedos inconscientes (Freud hablaba de la vagina dentada), y después de los 75 años el porcentaje asciende al 80%. Pero no por la edad como suele creerse, sino por la enfermedad. Un hombre sano puede tener una actividad sexual activa hasta los 90 años.

El sexo compulsivo es la otra disfunción que con mayor interés estudia Alcott. Y la más difícil de identificar como trastorno. ¿Cuál es la frontera a partir de la cual los más apasionados y eróticos pueden considerarse enfermos? "Es casi invisible, pero existe: sólo hay que preguntarse: ¿están avergonzados de lo que hacen?, ¿necesitan mantenerlo en secreto y llevar una doble vida?, ¿se aprovechan de alguien en algún sentido?".

Si la respuesta es sí, entonces he ahí un terreno fértil para la psiquiatría.

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