Cuba 98

ESPAÑA PERDERÁ una gran oportunidad de influencia si deja pasar el 98, tan cargado de simbolismo, sin que los Reyes visiten Cuba. No se entiende la tardanza en nombrar un embajador en La Habana que comience a preparar con urgencia este viaje. La visita del secretario general del PSOE, Joaquín Almunia, ha servido para poner de relieve que la anormalidad de las relaciones oficiales con Cuba no sirve ni a los intereses de España ni a los de los sufridos cubanos. Algunos han visto en la timorata política del PP hacia Cuba el fin del preciado consenso en materia de política exterior. Pero donde se rompe el consenso no es entre el Gobierno y la oposición, sino, como se puede apreciar a diario, entre Asuntos Exteriores y Presidencia del Gobierno, presa de un ideologismo sorprendente. Cuando muchas dificultades parecen resueltas, es Aznar, sin duda mal aconsejado y con poca experiencia en estos asuntos, quien retiene el nombramiento del embajador por el prurito de mantener lo de si mueves, muevo. El líder socialista y Matutes parecen coincidir más en esta cuestión que el ministro y su presidente.Castro ha querido demostrar a Almunia en La Habana su capacidad discursiva a lo largo de nueve horas. Tras este brain storming, el líder del PSOE tuvo la oportunidad de reunirse con siete representantes de grupos y asociaciones disidentes. Esto es lo que hay que entender: el nombramiento de un embajador y la posterior visita de los Reyes pueden servir para abrir espacios de respiro y diálogo a los cubanos. Si el Papa ha ido a Cuba, y de algo ha servido, no se entiende que 100 años después de aquel otro 98 no pueda ir el Jefe del Estado de la Monarquía parlamentaria española, no ya a plantar una pica en Flandes, sino a abrir una ventana de esperanza y afianzar en la isla los intereses españoles, políticos y económicos, para el día después de Castro.