Por alusiones filosóficas
Hay modos de afirmar algo negándolo; por ejemplo, utilizando exabruptos como éste: "No me llames racista, negro despreciable". A este género pertenece la carta titulada Esperando a los bárbaros, donde Víctor Gómez Pin hace tres cosas: la primera, ensalzar la profundidad y sapiencia de su propia opinión, expresión directa de la "razón común"; la segunda, acusarme de utilizar "un problema gravísimo de España" como "objeto de provechosa y vampiresca explotación" (muy poco original; llevamos años oyendo a la batasunidad y a la "tercera vía" esta aburrida canallada; esta última de Gómez Pin ya la han celebrado sus medios de propaganda); la tercera, insinuar poéticamente que los bárbaros denunciados por quienes nos negamos a rendirnos para solucionar lo que eufemísticamente llama "el problema vasco" (¿cuál de ellos?: ¿las tasas excesivas de colesterol?, ¿el altísimo paro juvenil?, ¿el precio abusivo de la vivienda?) son, en realidad, bárbaros inexistentes. Inventos de las víctimas, vaya. Desde luego, hay "explotaciones vampirescas" mucho mejores, más elegantes y productivas, que la de oponerse a ETA y sus corifeos, como Gómez Pin sabe muy bien.Supongo -es un suponer- que el "problema gravísimo de España" al que alude sin nombrarlo es el terrorismo; pero asumo el riesgo de no haberle entendido tampoco esta alusión. Puede que el problema sea la escasa popularidad de esos misteriosos "principios genuinamente democráticos" a los que también alude sin nombrarlos (este hombre parece pretenderse el Mallarmé de la filosofía). Comprendo que algo, así resultará tremendamente grave si uno cree, como parece querer decir Gómez Pin (aunque seguramente será otra hermética alusión que entiendo mal por carecer del abrelatas hermenéutico adecuado), que la dignidad y la vida son incompatibles con la democracia vulgar fundada en las opiniones, mayoritarias. Con semejante premisa, es natural la fascinación ante la muerte y el empeño en negar la importancia de la vida para exaltar el modo de abandonarla (reléase su artículo del 11 de febrero). Parece que el espectáculo de la violencia fascina tanto a nuestro filósofo alusivo que hasta llega a ver inexistentes linchamientos en una estática foto instantánea de prensa (¿qué será capaz de ver en una película?). Que se tranquilice Gómez Pin: nadie está linchando a los militantes de HB y, desde luego, muchos nos opondremos siempre a que tal cosa suceda. Aunque igual es eso lo que le fastidia: que la sensatez de la mayoría evite el linchamiento de los menos (y no por eso los mejores), en fin: que la vulgar realidad social estropee la emocionante película de tremendas convulsiones (ajenas) que exige su seudosocratismo.-
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