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Escuela se dice 'xuexiao'

200 hijos de inmigrantes chinos acuden los sábados al colegio para aprender la lengua de sus mayores

Para doscientos niños madrileños, la semana escolar tiene un día más. De lunes a viernes estudian matemáticas o ciencias en el idioma de Cervantes. Y el sábado, entre juegos y canciones, aprenden a leer y a escribir en una lengua llena de palitos en la que escuela se dice xuexiao.

Estos colegiales, hijos de inmigrantes chinos, reciben cada sábado clases de la lengua y cultura de sus mayores en dos colegios públicos (el Portugal, en Moncloa, y el Concha Espina en el Puente de Vallecas). Algunos hablan ya este idioma ancestral, pero, a menudo, sólo los dialectos de la zona de donde proceden sus familias, y además no saben escribirlo. El curso, de septiembre a junio, lo organizan una asociación china y otra taiwanesa a través de un acuerdo con el Ayuntamiento para utilizar las escuelas.

Rocío, una madrileña de 36 años, lleva a estas clases a su pequeña de tres años. Su marido es chino, y por eso quiere que la niña conozca la lengua y cultura paternas. "El podría hablar con la cría en su idioma, pero apenas lo hace, porque pasa mucho tiempo fuera de casa, en su restaurante, y cuando llega nos habla en castellano para que yo le entienda", explica. "Además, éste es un idioma Con futuro, porque China acabará siendo una potencia", añade.

Tong Guan Jiang, un cocinero de 39 años, lleva desde Torrejón hasta Moncloa a sus dos niños. "Al principio preferían quedarse en casa jugando, pero ahora vienen contentos, y me alegro, porque quiero qué aprendan nuestro idioma", asegura.

A Ángel y Luxi, dos hermanos de 10 y 11 años que viven en Puerta del Ángel, también les daba pereza vérselas los sábados con el colegio. "Pero nuestro padre dice que tenemos que aprender las letras chinas", explican algo resignados.

Luis y Jhonny, de 8 y 9 años, muestran mayor entusiasmo. "Algunas letras son muy divertidas", asegura Luis enseñando un cuaderno lleno de signos. Johnny, que, como él, habla por los codos y con desparpajo, tampoco parece disgustado.

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Ellos y sus compañeros recalcan que les gusta su colegio de todos los días. "Bueno, menos cuando me llaman chinita, que a veces me molesta", dice una de las niñas mayores.

Casi todos han nacido en Madrid, y la mayoría ha visitado alguna vez China, de la que tienen ideas un tanto vagas. "Hay muchísimas bicis y está aquello un poco sucio", afirma un niño. "Y en algunas casas tienen cucarachas", añade otro. "Pues, en el barrio de mi familia, en todas las casas hay videoconsola", zanja un tercero. El aula de Moncloa, con 120 alumnos nació en el otoño de 1995, promovida por la Asociación de Mujeres de la República Popular China. La del Puente de Vallecas, con 80 escolares, nació hace un lustro, aunque antes tuvo otro local y la promueve una fundación de taiwaneses.

Aúnque la mayoría del alumnado está formada por hijos de inmigrantes, en ambos se admite a niños españoles. Los chavales pagan, 5.000 pesetas al mes" incluyendo las comidas, el material y el pago al conserje del centro por la actividad extra. El profesorado es voluntario.

Entre uno y otro centro existen diferencias en las clases de escritura. En las aulas regentadas.por los taiwaneses se utiliza la simbología tradicional, más compleja. En las de Moncloa se aprende la grafia simplificada implantada, tras la revolución cultural maoísta.

Pero no sólo los niños de origen oriental intentan acercarse a sus raíces. En 31 colegios madrileños, se dan clases de árabe y portugués, que, a diferencia de las de chino, están organizadas por el Ministerio de Educación y se imparten de lunes a viernes en horario lectivo. Las clases de árabe se iniciaron a comienzos, de esta década en unos pocos centros pero se incrementaron en el curso, 94-95 a partir de un convenio con el Gobierno de Marruecos, que pone los profesores.

En estos momentos hay 555 niños que aprenden árabe en 25 colegios, más de la mitad de ellos de la zona oeste de la región, aunque también de barrios madrileños como Lavapiés y Prosperidad. Asimismo, otros 787 escolares aprenden portugués en seis centros de la capital. Entre ellos hay españoles, portugueses y chiquillos de países lusófonos como Angola.

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