Abra la caja fuerte, por favor
Un informe policial destapa los métodos empleados por los más avezados estafadores de bancos
Hay quien tira de revólver, otros de amenazas y los menos de dinamita. Pero ellos, ante la pregunta de cómo desvalijar la caja fuerte del banco, respondían sin estridencias. Les bastaba con una suave orden para que el empleado les abriese el camino a los millones. Así era la banda del viaje. Un nutrido grupo de delincuentes que en los últimos años, en paralelo a la modernización de los sistemas de seguridad bancarios, había depurado sus técnicas hasta convertir sus golpes en milimétricas piezas de ingeniería.
Tanta perfección, sin embargo, se estrelló contra el Grupo IX de la Brigada Provincial de la Policía Judicial. Esta unidad de élite, especializada en delitos económicos, les asestó a finales de 1997 el mayor golpe de su historia. Catorce de sus presuntos integrantes fueron detenidos y se les imputaron 28 estafas, sobre todo a agencias de viajes (de ahí el apodo) en menos de 10 meses. En total: más de 50 millones de pesetas de botín.
La investigación del caso originó un minucioso informe policial que saca a la luz el oscuro mecanismo empleado por estos estafadores para desvalijar bancos sin pegar un tiro. Los sistemas de recogida de información, las tapaderas, la elección del método de entrada, la falsificación de firmas, los trucos telefónicos... El informe da cuenta de la maquinaria puesta en marcha por ésta y otras organizaciones dedicadas noche y día a un mismo fin. Se trata de grupos muy preparados, conocedores de los entresijos bancarios y que ahora mismo pueden estar actuando. El trabajo policial desribe la forma en que lo hacen.
El primer paso consiste en sustraer correspondencia. Para este menester prefieren los buzones de admisión de cartas -amarillos- a los de uso interno de correos -verdes- en los que la correspondencia ha llegado a su destino y se dispone de menos tiempo para robar. Estas cartas les abren las puertas al universo de los apuntes bancarios (número de cuenta, titular o apoderado ... ) y de los datos básicos de los particulares y las sociedades. Para dar sustento a esta amalgama de cifras, nombres y dineros, los estafadores necesitan la firma autorizada por el banco. Aquí surge el primer escollo. ¿Cómo conseguirla? La banda desarticulada por la policía había ideado un método qué incluía un regalo para. la víctima.
Un regalo para la víctima
El ardid consistía en acudir a la casa del titular de la cuenta y con la excusa de una promoción ofrecerle -un regalo (por ejemplo un bolígrafo o un libro). Una vez entregado el presenté, miraban al futuro y solicitaban una firma de conformidad, a ser posible con el número del DNI adjunto. Más difícil era obtener las firmas de los titulares de cuenta. Para ello se hacían pasar por clientes o profesionales del mismo ramo de la empresa. Entraban en contacto con la firma y conseguían folletos de propaganda, ofertas, pagos, contratos... Cualquier papel con tal de que tuviese la preciada firma.Acabado el trabajo externo -obtención de firma y datos bancarios-, la información recogida es sometida a un arduo proceso de depuración, que pasa por la falsificación de la rúbrica y la elección del sistema de estafa.
En el caso investigado, los timadores, enfrentados a bancos y poderosas agencias de viajes, apostaron por el más difícil de todos los golpes: la solicitud de cheque bancario. Reservado sólo a un puñado de especialistas, esta estafa, que generalmente ronda los 10 millones de pesetas, requiere enormes dotes interpretativas, para ganar, con el simple uso del teléfono, la confianza ciega de los empleados bancarios.
Ejecutada habitualmente por el líder de la banda, la preparación del golpe se inicia con una inmersión en los datos de la víctima. Una vez estudiado el papel, el timador llama a la entidad financiera donde reposa la cuenta. Haciéndose pasar por el titular o un directivo deconfianza suyo, muestra, su conocimiento con leves detalles, y convence al empleado (a veces se requieren días antes de entrar en materia) para que le adelante una operación millonaria y vaya preparando un cheque bancario a nombre de una persona que con urgencia pasará a retirarlo.
Para evitar suspicacias, se alerta al bancario de que, naturalmente, compruebe que la persona que recoje el cheque lleva una orden de pago suya (previamente falsificada). Como toque personal, el jefe de la banda del viaje sazonaba la farsa haciendo saber que se encontraba en una notaría y que el cheque tenía como fin hacer frente a una compra ineludible.
Y llega el emisario
A la hora indicada (generalmente a final de mañana), y con impresos que imitan hasta la jerga habitual de los notarios, llega al banco el emisario. Enseña la orden de pago y recibe el cheque bancario (un documento muy difícil de obtener porque se libra contra la cuenta de la propia entidad). Acto seguido, el enviado, sin perder un segundo, se dirige a la oficina principal de la entidad o bien a alguna con fondos suficientes para cumplimentar la solicitud. Allí, bajo el escrutinio de los empleados , ha de superar el último filtro, el eslabón más débil de la cadena: falsificar la firma. Si lo consigue, una nueva víctima se sumará a la lista; si falla, su ejemplo pasará a engrosar los manuales de la policía.
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