'Ecología-mix'
Un popurrí de flora ibérica, plantado en la ladera del Abantos, sorprende al paseante por los montes escurialenses
En este 98 repleto de efemérides, corremos el albur de olvidar que se cumplen 400 años de la muerte de Felipe II en El Escorial y que se celebra también el sesquicentenario, o siglo y mitad, de la Escuela de Montes. Estas dos cosas, que al pronto nada tienen que ver, sí que lo tienen, un poco, si se miran desde la cima del monte Abantos.Pobre Abantos. Aunque parece probado que el granito ni siente ni padece, a uno no le gustaría estar en la piel de esta montaña escurialense. Fue alzarse en su ladera el monasterio de San Lorenzo (1561-1584) y menguar sus encinares y robledos, al tiempo que cundían la población y el ganado. En 1765, Ponz consignaba: "Es mucha la tierra que se descubre a oriente y mediodía desde lo alto de estos montes, que dividen Castilla la Nueva de la Vieja... Así éstos, como el que está al poniente de El Escorial, se ven hoy pelados de árboles, y, según se dice, no estaban así antiguamente; por lo cual sería más amena y frondosa la situación de la fábrica, y lo será siempre que vuelvan estos montes al estado de antes".
Tapizar de árboles
Una centuria después de esta observación, y al poco de establecerse la Escuela Especial de Ingenieros de Montes en San Lorenzo de El Escorial (1870-1914), profesores y pupilos procedieron a tapizar de árboles la falda del Abantos, con tan mala suerte que no acertaron a plantar un solo roble o encina autóctonos entre miles de pinos resineros y silvestres, sino hayas, alerces y otras especies tan vistosas como poco nativas. Precisamente de San Lorenzo era Luis Ceballos, alumno aventajado de la Escuela de Montes y, andando el tiempo, autor del Plan General de Repoblación Forestal de España que se ejecutaría durante la posguerra. De ahí que, otro siglo más tarde, en 1996, coincidiendo con el centenario del nacimiento del insigne forestal., la Consejería de Medio Ambiente creara el Arboreto Luis Ceballos y lo instalara -¡cómo no!- en pleno Abantos, a 1.300 metros de altura. Aquí se ha reunido casi un centenar de árboles y arbustos de toda España. Verbigracia: pinsapos, higueras, tarayes, granados y muchos otros que están tan fuera de lugarcomo un perro en misa.Si bien se puede subir en coche hasta la puerta del arboreto, nadie se va a escocer por andar un par de kilómetros: tómese, pues, la senda que nace entre el Euroforum de San Lorenzo y la presa del Romeral, y que zigzaguea por el pinar, dejando a manderecha el arroyo del Romeral para, en media hora, salir al asfalto. A la izquierda se presentará el arboreto. Es un lugar precioso. Tan bonito, que merecería estar en otro, junto al jardín de los Frailes, o la Casita del Príncipe: con los pensiles civilizados. Y no en mitad del monte, que es para salvajes.
Bromas aparte, en la Administración persiste la idea de que el monte es humanizable, muy mejorable con merenderos, barbacoas y carreteras como las que afean el Abantos. A ello súmese el que ahora lo queremos todo pequeño, rápido y fácil, como sopa de sobre o teléfono móvil, y se tendrá un arboreto. Naturaleza condensada, ecología-mix: es lo que hay.
Volviendo sobre sus pasos por la carretera y tomando a mano izquierda por la Cañada Real Leonesa -señalizada con cartel de vía pecuaria-, el excursionista puede subir al puerto de Malagón y, siguiendo por la cresta hacia naciente, al pico Abantos, donde la roca desnuda es ya la única verdad grande y pura del Guadarrama.
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