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Los maestros británicos podrán usar la fuerza para contener a los alumnos violentos, pero no golpearles

Isabel Ferrer

El uso "razonable" de la fuerza por el profesorado, en especial el de secundaria, ha llegado a las aulas británicas. Pegar a los alumnos revoltosos o incluso violentos para que depongan su actitud sigue sin ser de recibo. Pero empujarles y tirar de ellos cuando riñen, sujetarles un brazo con firmeza o indicarles el camino de la puerta con una mano puesta en su espalda forma parte desde ayer de los derechos del docente.Las nuevas normas, publicadas por el Ministerio del Interior, pretenden reducir el número de demandas presentadas por las familias de alumnos que chocaron con sus maestros. El sindicato de profesores, sin embargo, ha asegurado que hará caso omiso de las recomendaciones gubernamentales. En momentos de peligro, señala, lo mejor es llamar a un colega o la propia policía.

El Ministerio de Educación trata de convencer a los profesores de que tienen más derechos de los que creen. Pueden contener a los alumnos -cuando interrumpan las clases, destruyan el material escolar o ataquen a un compañero- con algo más que buenas palabras. "Está muy bien decir que pedirán ayuda a un colega pero a veces no da tiempo. Si la situación es peligrosa, deben ser capaces de usar una fuerza razonable", según portavoces ministeriales. Las mismas fuentes subrayan la importancia de que el maestro acepte sus derechos en vez de temer la interposición de una querella por parte del alumno malhumorado.

Las normas recién publicadas dejan muy claro que nunca debe lastimarse al menor sujetando su cuello para que no pueda respirar. Arrastrarle por los pelos o paralizar sus brazos con dolor tampoco está permitido. "Se trata de que el docente, mantenga la calma y la mesura y responda tirando de ellos con determinación". La tranquilidad de espíritu promovida por el ministerio supone un peligro aún mayor para la Unión Nacional de Profesores. "Si se animan a actuar así, estarán ante un peligro aún mayor. Hay que evitar el contacto físico en momentos conflictivos", en palabras de Nigel de Gruchy, subsecretario general.

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