Foro de Ermua
EL SÁBADO se cumplieron dos años del asesinato del profesor Francisco Tomás y Valiente. Ese crimen abrió los ojos a muchas personas sobre el componente fascista del movimiento surgido en tomo a ETA. En su último artículo, escrito días antes de su asesinato, Tomás y Valiente hacía un llamamiento a defender el Estado democrático que el terrorismo quería pervertir y destruir. "Si se pierde la calle, se pierde todo", decía Tomás y Valiente. Y también: "El silencio es deshonesto".Dos años después, 300 ciudadanos vascos, intelectuales y profesores universitarios en su mayoría, han presentado un Manifiesto por la democracia en Euskadi, en el que alertan sobre la existencia en esa comunidad de "un movimiento fascista que pretende secuestrar la democracia", imponiéndose a la mayoría mediante la coacción de la violencia. Los firmantes reprochan a los políticos debilidad frente a esa amenaza y denuncian en particular el "colaboracionismo" de algunas formaciones democráticas con el mundo de ETA. No es necesario compartir íntegramente el contenido del escrito para reconocer que va al fondo de la cuestión: allí donde los partidos, atados por compromisos diversos, raramente se atreven a llegar. Y que conecta con lo esencial del mensaje de la movilización que siguió al asesinato del concejal de Ermua Miguel Ángel Blanco. Es un texto breve, extraordinariamente claro y sin duda muy duro para quienes tienen motivos para darse por aludidos.
Arzalluz ha intentado trivializar la iniciativa atribuyéndole móviles electoralistas y deslizando sarcasmos sobre la condición de intelectuales de algunos de los firmantes. Sin embargo, hace más de una década, un manifiesto firmado por muchos de los que ahora han vuelto a firmar advertía ya de que "una cruz gamada se está formando entre nosotros", recordando que "el triunfo de los nazis no se debió sólo a su violencia, sino a la pasividad y al silencio, a la cobardía de la mayoría de la población, que primero calla y se encierra en sus casas dejándoles la calle y más tarde termina por entregarles su voto".
Muchos ciudadanos vascos, políticos, eclesiásticos y miembros de otras profesiones, admiten que en Euskadi está emergiendo un nuevo fascismo, pero, se niegan a sacar las conclusiones e incluso acatan aspectos esenciales del discurso con el que ETA trata de justificar sus crímenes. No es ése el caso de los intelectuales. Cualquiera que sea el alcance que se le dé a esa palabra, la mayoría de los intelectuales vascos llevan años adoptando actitudes de gran coraje cívico contra ETA y en defensa de los valores democráticos. Algún día, cuando esta pesadilla haya pasado, muchos vascos se preguntarán por qué no se atrevieron a oponerse a ETA con mayor decisión. Pero, a diferencia de lo ocurrido en los años 30 en Alemania, nadie podrá acusar a la mayoría de los que en Euskadi discurren, escriben y enseñan de haber contribuido con su silencio a los intentos de imposición de ETA.
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