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Simpatías hacia HB y ETA

Los anacrónicos restos del sustrato anticastellano, de los que aún ven a España como el Estado centralista y hegemónico del pasado, provoca en ciertos sectores de la intelectualidad lusa una corriente de simpatía hacia el independentismo de Herri Batasuna y de ETA. El 5 de febrero, 32 intelectuales, entre ellos el almirante Rosa Coutinho (del Movimiento Veinticinco de Abril), el escritor Urbano Tavares, el dirigente del Partido Socialista Revolucionario, Francisco Louca, o el historiador Fernando Rosas, suscribieron un documento "contra la arbitraria e injusta condena" de la Mesa Nacional de HB, cuya colaboración con ETA "no quedó probada" y que consideraban de "carácter político".No es el primer precedente que recogen los medios de comunicación lusos. El 6 de febrero de 1997, un teletipo de la agencia Lusa daba cuenta de que un grupo de intelectuales, políticos y representantes del mundo de la cultura habían firmado un manifiesto contra la extradición a España del supuesto etarra José Luis Telletxea Maia, reclamado por la Audiencia Nacional. El documento explicaba que las acusaciones contra Telletxea habían sido "obtenidas mediante torturas" y alertaba sobre "el hecho de que los derechos de los ciudadanos vascos, presos por razones políticas, eran sistemáticamente violados".

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Por esas razones solicitaban, a su vez, la concesión del asilo político en Portugal para Telletxea, aún pendiente de resolución. El manifiesto estaba firmado, entre otros, por los anteriormente mencionados, así como por el dirigente de SOS Racismo, José Falcao, la arquitecta y diputada socialista Helena Roseta, el músico y compositor Luis Cilia o la actriz Inés de Medeiros.

El 10 de diciembre, tras la condena a la Mesa Nacional de HB por colaboración con banda armada, el historiador Fernando Rosas afirmaba que "el Estado español logró obtener del Tribunal Supremo una tan pesada como inusitada sentencia condenatoria", que, a su juicio, "consagra la criminalización del derecho a la libre expresión de un partido político". Y advertía a los españoles que, "a veces, el sueño o la cobardía moral se pagan caro". "A los ingenuos", decía, "a los que por comodidad o por simple adormecimiento cívico asisten a todo esto impávidos, tal vez convenga recordarles que precisamente ahí, donde el abuso y la prepotencia del Estado más fácilmente se abaten contra los más débiles, se debe colocar la primera línea de defensa de la democracia".

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