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Con el dedo levantado

Conviene repetir para los que hayan llegado tarde. Aquí seguimos con el dedo levantado como reclamaba Xabier Arzalluz a quienes tuvieran soluciones para el terrorismo (véase EL PAÍS del 3 de febrero, página 15). La sesión de hoy tratará de las versiones periodísticas disponibles del documento remitido por el lehendakari del Gobierno vasco, José Antonio Ardanza, al presidente José María Aznar. Constituyen la base de discusión sobre la que podría ser segunda fase del Pacto de Ajuria Enea. Su texto enlaza algunas propuestas para poner fin a la violencia. En torno a este informe se anuncian además conversaciones en Moncloa, donde el jefe del Ejecutivo recibirá a los líderes de las formaciones políticas y también se prevén encuentros en Vitoria convocados por Ardanza con sus socios del tripartito y demás grupos del Parlamento vasco.Al parecer, el documento afirma que el inicio de una vía dialogada para pacificar el País Vasco sólo será posible tras el cese indefinido de atentados por parte de ETA. Pero el cese indefinido de atentados por parte de ETA significaría la disolución de ETA, que desde hace tiempo sólo existe para matar, sólo se alimenta de la sangre derramada, sólo reclama ofrendas humanas insaciables como los más crueles dioses aztecas. Y esa disolución de ETA sólo puede ser resultado de la completa eficacia policial, a menos que se anticipara mediante una rendición condicional obtenida a cambio del ofrecimiento de algunas medidas de indulgencia para quienes entregaran las armas y los explosivos. Y semejante entrega sólo está al alcance de los poseedores.

Hay otra cuestión que se antoja impracticable tal como parece redactada en el documento. Porque mientras el cese indefinido de los atentados de ETA permitiría que HB se sentara a la mesa de la negociación con los partidos del bloque democrático, por ninguna parte aparecen las ventajas que para los propios etarras tendría entregar su suerte en manos de HB. Pero además, ¿alguien piensa que los de HB, incapaces siquiera de distanciarse de los más horrendos crímenes, pondrían a contribución sus buenos oficios para inducir en ETA el abandono de las armas? Y si los de HB lo intentaran, ¿cabe imaginar que tendrían algún poder de persuasión entre los etarras? Repetimos que en el campo constitucional el Ejército ha quedado a las órdenes del Poder, en tanto que en el campo terrorista son los pistoleros quienes detentan el mando único.

El informe Ardanza propone también un diálogo político previo y sin límites de los partidos firmantes del Pacto de Ajuria Enea y que aspectos claves de la política antiterrorista -como los penitenciarios- se acuerden dentro de dicho pacto. Aquí conviene señalar que para el PP, el PSOE, IU y tal vez alguno más, la Constitución de 1978 es un logro de convivencia a preservar íntegramente en cualquier género de conversación con cualquier interlocutor. Ninguna madrugada negociadora puede producir despertares ajenos a la Carta Magna que garantiza la convivencia de todos bajo el imperio de los derechos humanos. Pero si entre los firmantes del pacto hubiera alguna formación política que quisiera transgredir esas garantías tendría a su alcance medir el apoyo electoral incluyendo esa pretensión en el programa para las elecciones vascas en octubre.

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Entre tanto convendría aclarar al menos cinco cuestiones. Primero, que los condenados por terrorismo deben cumplir sentencia allí donde menos puedan colaborar con el crimen. Segundo, que en las sociedades bien conformadas los criminales reciben la repulsa mayoritaria de la ciudadanía. Tercero, que los Gobiernos sostienen las atribuciones que les son propias. Cuarto, que las afirmaciones de Ardanza, según las cuales en Madrid se retrasan las transferencias del Estatuto de Guernica porque se teme que consumadas éstas venga la reclamación de la independencia, son un magnífico combustible para los terroristas. Y quinto, que a Felipe González corresponde explicar con detalle a qué se refería al decir que en 1993, cuando ETA se daba por vencida, el PP impidió una salida análoga a la brindada a los polimilis en 1981 bajo la égida de Juan José Rosón. Continuará.

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