Genio y figura
La primera música que inundó la noche fue la generada por el colectivo IPD y consistió en el peculiar dúo de sonidos, calificado por sus autores como etno-tecno, establecido por la D. J. Morgana y el saxofonista Justo Bagueste. El resultado se puede calificar como una mezcla interesante. Después, el auditorio se rindió al influjo siempre personal del cantante Enrique Bunbury, que ya ronda las 100.000 copias vendidas de su primer álbum en solitario, Radical Sonora.Una puesta en escena ultramoderna -con juegos de luces francamente impresionantes, proyección de misteriosas imágenes y un sonido más que correcto- dio paso al alarido del respetable, signo inequívoco de que la estrella irrumpía en el escenario a los acordes de Big Bang. Bunbury, que suele llevar su paroxismo interpretativo hasta cotas sólo alcanzadas por Raphael, demostró desde el arranque del concierto que su mirada se ha alejado definitivamente del rock convencional y se posa ahora en objetivos más modernos.
Enrique Bunbury
Bunbury (voz y guitarra acústica), Alan Boguslavky (guitarra), Del Moran (bajo), Copi (teclados) y Ramón Gacias (batería). Sala La Riviera. 2.300 pesetas. Madrid, sábado 7 de febrero.
Invitando con media sonrisa a una concurrencia boquiabierta y totalmente rendida a sus pies, a un viaje por el tiempo y el espacio, Enrique dio un intenso repaso a los temas de su primer trabajo, con especial mención a los aires orientales de Polen, la psicodelia lenta de Alicia o la archicoreada Salomé. También guardó un rinconcito para las versiones, atreviéndose hasta con los Beatles, mientras una boa de plumas lucía enroscada en su cuello. Pese a que la respuesta de los espectadores fue de una entrega total, Buribury regaló sólo dos canciones -la segunda de ellas El jinete, que popularizara José Feliciano.
Babelia
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