Valiente Ferrera
Antonio Ferrera marcó el volapié en corto y por derecho, se volcó sobre el morrillo y, en tanto hundía el acero, el toro le prendía por el muslo y le volteaba de mala manera. La emoción en aquellos segundos dramáticos fue intensa. Pareció que Antonio Ferrera iba a salir del trance con un cornadón, pero se incorporó -cojeando la taleguilla destrozada- y acabó con el toro de dos descabellos.Le dieron la oreja, que paseó en triunfo. Le dieron la oreja porque se la merecía. En estos casos se debería decir le pagaron con una oreja, en expresiva contraposición con esas orejas de regalo o de conmiseración que tanto prodigan los públicos triunfalistas para los toreros tremendistas. Porque Antonio Ferrera estuvo valentísimo toda la tarde sin hacer tremendismo alguno. Estuvo, por añadidura, muy torero. Torero pundonoroso y enterado. Torero lidiador de los que ciñen la verónica ganándole terreno al toro hasta el platillo; torero de los que bregan para la prueba de varas y luego entran a los quites; torero que sabe manejar la pañosa con mando para embarcar las embestidas francas o reconducir las inciertas.
Castilblanco / Martín, Encabo, Ferrera
Toros de Castilblanco, desiguales, varios cinqueños, fiojos; algunos inválidos. Miguel Martín: estocada caída (silencio); media tendida baja, dos descabellos -aviso- y cuatro descabellos (silencio). Luis Miguel Encabo: pinchazo hondo en el costillar (algunos pitos); tres pinchazos y estocada (palmas y pitos).. Antonio Ferrera: espadazo perpendicular descaradamente bajo perdiendo la muleta, dos descabellos -aviso- y dobla el toro (aplausos y saludos); estocada saliendo volteado y dos descabellos (oreja). Plaza de Valdemorillo, 6 de febrero. Dos tercios de entrada.
El tercer toro de la tarde desarrolló sentido, con especial peligro por el pitón derecho; buscaba el bulto pretendiendo herir, y Antonio Ferrera le presentó pelea por ese lado, consintiendo y aguantando, empleando el engaño con la templanza debida para llevarse en sus vuelos las acometidas aviesas. También toreó al natural, con buen estilo, y media da la faena ya se había hecho con el toro, ya era dueño de la situación. Tenía la oreja ganada pero la perdió él solito, sin ayuda de nadie. Le bastó con perpetrar un bajonazo que la afición valdemorillana no toleró.
La afición valdemorillana: menuda es. Le va la fiesta, le gusta horrores divertirse, mas no a cualquier precio. Si un torero perpetra un bajonazo se lo toma a ofensa personal. Puede ser un bajonazo o puede ser pasarse de listo. A veces los toreros se pasan de listos. Suele suceder -por ejemplo- cuando salta a la arena un toro aborregado e inválido, un toro que no es de recibo ni en Valdemorillo ni en parte alguna, y pretenden encubrir ese fraude pegándole pases, encima se ponen farrucos, fingen desplantes temerarios, componen posturas para la galería.
Algo de eso hubo en Miguel Martín y en Luis Miguel Encabo. No sería justo negar que estuvieron voluntariosos ni restar méritos a sus porfías con los descastados lotes que les correspondieron. Encabo aún ensayó dos tandas de naturales citando muy de verdad, dando el medio pecho -que solían decir los viejos maestros en tauromaquia- La pena es que no perseverara en el toreo bueno y, de repente, cambiara a las espaldinas, que es suerte tremendista creada por los maestros del toreo bufo.
Martín, con un inválido absoluto de alma borrega, no pudo pasar de las buenas intenciones. Encabo se pasó de la raya intentando sacar faena al quinto toro cuyo atolondramiento había indignado al público hasta el punto de armar una de las más sonoras broncas que se recuerdan en el coso valdemorillano. Menos mal que la valentía de Ferrera frente al sexto y la impresionante cogida les hizo olvidar el enfado y se reconciliaron con la fiesta.
Hubo sus excepciones. Alguien tenía reservas. Un paisano, nada más llegar al tendido, preguntó: "Oiga: ¿las localidades son numereadas?". Y al acabar comentó: "Para mí que los toros estaban drogueaos". Y no dijo más. Se marchó, con la colilla del cigarro socarreándole un colmillo.
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