Duisenberg desaira al sur de la UE por su escasa aportación de personal al Banco Central Europeo
Wim Duisenberg, presidente del Instituto Monetario, embrión del Banco Central Europeo (BCE), a cuya presidencia aspira, cometió ayer dos serios deslices en Davos. Se reconoció candidato prácticamente investido y desairó a los países del sur de la UE, al justificar la escasa presencia de altos funcionarios franceses, españoles e italianos "porque no saben alemán". Duisenberg declaró a Reuters sentirse "tan confiado como siempre" en obtener la presidencia del BCE. La inminencia del euro reavivó la pugna sobre la flexibilidad laboral.
Ante la televisión holandesa, anteanoche, Duisenberg rechazó un compromiso que satisfaga a Francia e Italia, patrocinadoras para el puesto del gobernador francés, Jean-Claude Trichet. "Sería un mal despegue" que la primera decisión "conculcase el Tratado", dijo, argumentando contra el reparto del primer mandato. Más aún, arremetió contra la fórmula suave, la fijación de un límite de edad, dándose ya por investido: "El nombramiento es por ocho años, ahora tengo 62 y preveo desempeñar [el cargo] por largo tiempo", declaró, según informa Sonia Robla.Pequeño detalle, el nombramiento lo decidirán los jefes de Estado o de Gobierno por unanimidad. Y a Duisenberg "parece que le gusta ganar amigos", ironizó un alto cargo comunitario. Se refería a que el jefe del IME explicó la escasa presencia en el alto funcionariado del organismo por él férreamente controlado de expertos procedentes de Francia, Italia y España, porque "tienen el problema de no encontrar gente que hable alemán". Las lenguas de trabajo comunitarias son el francés y el inglés, por más que la sede del banco esté en Francfort. Y a Francia le encanta que la tachen de sureña, cuando se autocontempla como puente entre el Norte y el Sur.
Significativamente, su país -Holanda- y su principal valedor -Alemania- han cubierto las respectivas cuotas, y los escandinavos las han desbordado, reconoció Duisenberg, quien prometió tratar de equilibrar las cosas Duisenberg lamentó que en los países. latinos "no pase como en Holanda, donde se estudia alemán en la escuela".
Duisenberg ha goleado en su propia portería. Pero el hecho de abrir personalmente campana electoral es una prueba más de que el camino de la unión monetaria ha quedado expedito. Los grandes empresarios y expertos rezumaban ayer esta convicción en Davos. El euro ya no preocupa. Ni siquiera en relación con las actuales turbulencias. "La crisis asiática no tendrá ningún impacto en la unión monetaria; cuando comience, dentro de un año, aquélla ya será historia", auguró el presidente del Commerzbank, Martin Kohlhaussen.
Paro y 35 horas
Lo que se ha reinstalado es la preocupación por la política laboral. "Asistiremos a un choque entre dos escuelas", apuntó el catedrático de Lovaina Paul de Grauwe. Los optimistas, convencidos de que "la disciplina monetaria forzará, a la larga, la flexibilización", contra los "pesimistas que se resisten a afrontarla, como lo es la élite francesa, proclive a posiciones como la de Viviane Forrester". En otra versión, liberalismo frente a intervencionismo.Dicho y hecho. Los primeros ocuparon toda la palestra -a la espera de que hoy llegue el ministro francés, Dominique StraussKahn-, criticando la política social de París. "Francia tiene mucho que reflexionar sobre la reducción del tiempo de trabajo", desafió el ministro de Economía alemán, Günter Rexrodt.
Aunque alegó que "comprende" al Jospin presionado política y sindicalmente y aseguró "no querer criticarle", dejó claro que "todas las políticas deben tener la misma orientación" y que "no hay alternativa a seguir fuera de la reducción de la deuda y de las cargas laborales".
Más radical fue Daniel Bouton, presidente de la Société Générale. "Las 35 horas no son una solución, sino un sueño de alguien que cierra los ojos para no mirar la realidad", porque "todos saben que no crearán empleo, lo destruirán". Una vez Francia demuestre la máxima eficiencia" destructiva, cambiará, predijo.
¿Hacia dónde? Hacia las recetas neoliberales de la escuela de Chicago, reiteradas por el Premio Nobel Gary Becker con el aplauso de la asistencia, encabezada por el patrón de la aeronáutica francesa, Serge Dassault. A saber, la causa del paro europeo no son las nuevas tecnologías sino "la rigidez del mercado laboral, los altos costes indirectos del empleo, la negociación salarial centralizada y el exceso de impuestos". Apenas hubo dos matices al entusiasmo thatcheriano.
Martin Broughton (consejero delegado de BAT, el mayor imperio mundial del tabaco) elogió a Tony Blair "porque el Gobierno laborista está siguiendo las políticas de Thatcher", si acaso con mayor atención a la educación y a la investigación. Y el presidente de la patronal británica, Adair Turner, hizo autocrítica y atribuyó "el lento ritmo de creación de empresas" generadoras de empleo, también, a "un problema empresarial".
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