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División en el PP de Guipúzcoa por su falta de líderes tras la muerte de Ordóñez

Javier Casqueiro

La muerte de Gregorio Ordóñez, el primer edil del PP asesinado por ETA -el viernes se cumplieron tres años-, sumió en un páramo a sus compañeros. Ese vacío se agiganta. Los populares de Guipúzcoa, los más amenazados por los terroristas, están fragmentados al menos en dos sectores: uno con una gran proporción de los cargos electos y el otro al mando de la actual dirección provincial. Los primeros echan en falta liderazgo, y más en estos momentos críticos. Los segundos acusan a los cargos de trabajar poco. Ambos se proclaman herederos del legado de Ordóñez y han aventado sus diferencias ante la dirección nacional del PP

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"Poca gente podría decir hoy en España quién es el sustituto de Ordóñez o cuál es la voz que ha retomado su liderazgo". La afirmación fue lanzada esta semana contra varios de los responsables de que no se haya llenado aún ese hueco. La mayoría replicaron con una triste confesión: "Ni en España ni tampoco en Guipúzcoa".Los dardos se plantean hacia el gris papel desempeñado en este periodo por el actual presidente del PP de Guipúzcoa, Ricardo Hueso, un médico traumatólogo que presume de gustarle más el trabajo de despacho que las declaraciones y las fotos públicas. Hueso no es cargo. electo en ninguna institución y no vive profesionalmente de la política. Esa independencia económica, su propensiónhacia las soluciones quirúrgicas y un carácter que no abusa de los matices le han encaminado a construirse un equipo a medida que ha dejado descolgados, en la práctica, a la mayoría de los históricos del PP guipuzcoano.

Esos históricos son los que se criaron precisamente a la cómoda sombra que propagaba Gregorio Ordóñez. El hacía, sabía y lo decía todo y no había más que hablar. Ahora están huérfanos, porque falta Goyo para aconsejarles qué hacer y cómo, -y porque los nuevos dirigentes del aparato local no han respetado ni su pedigrí ni sus canas políticas. Casi todos ellos son relevantes cargos electos, porque así quedó atado ya a la muerte de Ordóñez, y muchos están incluso en el comité ejecutivo provincial, pero en puestos sin trascendencia.

Los críticos en Guipúzcoa a la dirección provincial del PP nacieron ya en la misma madrugada del 9 de noviembre de 1996, cuando se convocó su congreso y José María Aznar personalmente tuvo que recurrir a su autoridad moral para frenar la confección de una segunda lista que competiría con la oficial. De aquel apaño vienen estos Iodos. Hasta el propio presidente regional del PP, Carlos Iturgaiz, el próximo candidato a lehendakari, ha reconocido más tarde a los afectados el error de no dejarles competir y medir sus fuerzas. Ahora todo son especulaciones.Incluso se cuestiona que los críticos hubieran podido alcanzar el número de avales suficientes para registrar una candidatura.

El hecho cierto es que esa candidatura crítica funciona, pero en la sombra y al margen del partido, de su sede, de sus consignas y de su trabajo diario. Eso sí, no se ocultan. Han acudido a todos los foros internos para expresar sus quejas. Se las han comunicado a Iturgaiz; al coordinador general del PP, Ángel Acebes; al ministro del Interior y ex candidato local Jaime Mayor Oreja; al secretario general del PP y vicepresidente primero del Gobierno, Francisco Álvarez Cascos; y al propio Aznar. La respuesta siempre ha sido la misma: "No es el momento" y, sobre todo, "que no trascienda". Ellos concluyen que "nunca es el momento", aunque aceptan que ahora evidentemente "hay que apretar filas" porque la prioridad es otra: que les dejen de matar.

Los críticos guipuzcoanos han organizado finalmente su molestia al margen de la estructura oficial. Ellos culpan a la dirección vigente de no convocar comités ejecutivos, de frivolizar los órdenes del día a debate cuando se reúnen, de no tener estrategias políticas ni, sobre todo, capacidad de liderazgo. En consecuencia, van por libre.

El espectáculo de división es tan palpable que lo ha sufrido en sus carnes el propio Cascos esta Navidad. A. la tradicional cena oficial del partido, que en esta ocasión estuvo a punto de suspenderse por el asesinato del concejal de Rentería José Luis Caso, se desplazó incluso el vicepresidente. Los críticos convocaron otra esa noche en otro lugar. Al día siguiente Cascos se lo reconvino a algunos de los ausentes cuando se los tropezó en la sede de la Fundación Gregorio Ordóñez.

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Sobre la firma

Javier Casqueiro
Es corresponsal político de EL PAÍS, donde lleva más de 30 años especializado en este tipo de información con distintas responsabilidades. Fue corresponsal diplomático, vivió en Washington y Rabat, se encargó del área Nacional en Cuatro y CNN+. Y en la prehistoria trabajó seis años en La Voz de Galicia. Colabora en tertulias de radio y televisión.

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