"España tiene con Cuba mejores relaciones que nadie"
Diplomático de carrera y con innegable vocación política -fue responsable de Cultura de la Generalitat valenciana antes de volver al palacio de Santa Cruz-, Fernando Villalonga, de 38 años, responde al perfil de una generación del PP que transpira seguridad y buena conciencia sobre la acción de gobierno. Responde a los críticos con rotundidad y afirma que España, aun sin embajador desde hace más de un año, tiene mejores relaciones que nadie con Cuba.Pregunta. ¿Qué le parece que un disidente cubano como Elizardo Sánchez compare la política española hacia Cuba con la de Estados Unidos?
Respuesta. No me parece justo. No es neutral. Es falso. Diría que tenemos una relación sincera y correcta con las autoridades cubanas más allá de que exista un embajador.
P. ¿A qué aspira el Gobierno en su política con Cuba?
R. A tener una relación sincera, fraternal, intensa, crítica en la medida que queramos ser críticos y constructiva. Para nada destructiva y con posiciones de fuerza. Ésa es la realidad. Sánchez es sesgado e injusto.
P. ¿No ha convertido el Gobierno el nombramiento de un embajador en un acontecimiento que en otras circunstancias habría pasado inadvertido?
R. Eso es una anécdota. No pasará 1998 sin que haya embajador en Cuba. Su presencia en La Habana no puede ser interpretada como un cambio en la naturaleza de nuestras relaciones, que son correctas, buenas, muy buenas, como posiblemente no las tenga ningún Estado con embajador. Aun sin él, tenemos las más intensas que pueda tener Cuba, sólo similares a las que tiene con México, especiales desde el punto de vista político. Lo del embajador es una mera anécdota y una especie de bandera que ha tomado parte de la opinión pública para decir que cuando lo haya se habrán normalizado las relaciones. No. Continuará el mismo tono de diálogo correcto y sincero.
P. ¿La visita del presidente, José María Aznar, a Chile [no anunciada oficialmente, pero prevista para la segunda semana de marzo] es una forma de aplacar las críticas por la investigación de la Audiencia Nacional de los crímenes de la dictadura militar de ese país?
R. Para nada. Responde a la vocación americanista de España y a que el presidente no ha visitado oficialmente Chile y lo va a hacer ahora.
P. ¿La venta de armamento español a Chile, concretamente submarinos Scorpene de licencia francesa, no se ha visto afectada por la irritación del Ejército chileno por la actuación de los tribunales españoles?
R. La operación de los submarinos está bastante cerrada, ya que la Armada chilena se ha decidido por los Scorpene. Existen unas relaciones excelentes entre las Fuerzas Armadas chilenas y las españolas más allá de la anómala situación que puedan vivir las primeras en un contexto de transición democrática.
P. ¿Cómo se ve desde su ministerio la investigación de la Audiencia?
R. Partimos de un respeto ab soluto a lo que es la división de poderes y, por tanto, a la independencia del poder judicial. Pero nuestro análisis político, a veces no coincide con otros. La vemos con preocupación e inquietud.
P. ¿Qué quiere decir?
R. Con absoluto respeto a lo que decidan jueces y fiscales, creo que políticamente es un error intentar interferir mediante decisiones de un Estado -porque el Poder Judicial es un poder de un Estado- en procesos de transición dolorosos y que están cerrados o a punto de cerrarse con gran esfuerzo de las sociedades americanas, que han vivido dictaduras difíciles, procesos de reconciliación nacional complicados...
P. Es decir, está a favor de las leyes de punto final.
R. Cualquier proceso de transición, incluso el español, tiene que partir del perdón, de mirar hacia adelante, no hacia atrás. La sociedad, tanto la argentina como la chilena, como otras americanas y la española, ha partido, para dotarse de normas de convivencia, de proyectos de futuro. A mí no me gustaría que viniesen a juzgar ahora, cuando tenemos una Constitución desde 1978 y una democracia muy perfeccionada, hechos que ocurrieron en un contexto político dife rente en nuestro pasado inmediato o lejano.
P. ¿Sugiere que ha habido quejas diplomáticas por la actuación de los tribunales españoles?
R. En absoluto. Esos países, al ser democracias, comprenden perfectamente el funcionamiento de los poderes de un Estado. Si no lo fuesen, habría ese tipo de quejas de injerencias en los asuntos internos... Comprenden el respeto que el Gobierno español debe mostrar al poder legislativo y el judicial. No ha habido nunca una queja. Ni cuando el Par lamento hace una moción o aprueba una proposición no de ley sobre cualquier situación. Entienden cómo funciona un Parlamento porque lo tienen y hacen lo propio. Lo grande es que son democracias bastante avanzadas, como la española.
P. ¿Su preocupación por las relaciones con Chile y Argentina es proporcional a las inversiones españolas, de las más altas?
R. Las inversiones no nos hacen ser más prudentes. Es que tenemos una relación muy madura, sobre todo con los países del Cono Sur. El cauce de diálogo es muy fluido. No es posible ningún conflicto con Argentina ni con Chile a pesar de que haya diferencias en algunos asuntos. Las relaciones con Estados de mocráticos son mucho más fáciles que con los que no lo son.
P. ¿Se siente responsable por el fracaso de la última Cumbre Iberoamericana como afirmó la oposición?
R. En absoluto. Me parece una demagogia irresponsable, porque ha habido un consenso básico sobre política exterior, sobre la importancia para España de estas cumbres. Minarlas desde dentro con fines de oposición es una irresponsabilidad e injusto. La última no ha sido diferente que otras. Es cierto que la de Santiago de Chile, en 1996, marcó un hito y que con la de Madrid, en 1992, ha aprobado, desde el punto de vista político, un código de conducta, ético y político para la cómunidad iberoamericana. Pero lade Isla Margarita, en Venezuela, no ha sido mejor ni peor que la de Bariloche, en Argentina, o Salvador de Bahía, en Brasil.
P. Pero se va a cambiar el formato de las cumbres para la próxima, en Oporto (Portugal).
R. Siempre han tenido un formato, basado en el modelo de la ONU, bastante declarativo. La próxima nos presenta una ocasión ideal para un cambio que habrá que hablar con el resto de los miembros de la comunidad. Al tratar sobre cooperación regional, globalización y procesos de integración, tenemos una serie de bloques que pueden hablar, con una sola voz. Además, porque tratará el mismo tema que la cumbre Unión Europea-América Latina y puede servir para que España y Portugal y los países del Mercosur establezcan cuál va ser el ideal de integración o cooperación entre los bloques.
P. ¿Se prepara un pulso entre Estados Unidos y Europa por la integración económica de América Latina?
R. Creo que no hay rivalidad, que es la dinámica histórica de América y Europa. Las naciones americanas se diferencian de las africanas o las asiáticas porque son occidentales en el terreno cultural y el económico. Se dan todos los elementos para un desarrollo sostenido en los próximos años. Y es lógico que se plantee una integración regional con América, pero en condiciones de igualdad. Ahí está el gran desafio de Estados Unidos, cuya vocación americanista, históricamente, no se ha demostrado. Se ha demostrado un deseo de dominacion política, pero no de vocación integracionista de verdad, de socio de igual a igual. Ése es el gran reto de la UE. Para España, la UE es un ámbito de acción, pero nuestra verdadera vocación es iberoamericana.
P. ¿Hay algo que celebrar en 1998?
R. No, nada. Uno de nuestros rasgos como nación es que estemos cuestionando constantemente nuestra existencia. En el 98 comienza el llamado problema de España. Ramón y Cajal decía que perdimos Cuba, Puerto Rico y Filipinas porque éramos ignorantes y débiles. Eso es una realidad. Nosotros no celebramos una derrota ni la pérdida de un imperio. Lo que hacemos es conmemorar. Traemos a la memoria aquello. En aquella España reinaba la ignorancia y la debilidad porque la España política no coincidía con la España real. Eso no se ha superado hasta después de Franco.
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