Hombres y estadísticas
Una vez más, el brillante amarillo de la cruz de la victoria que ondea en el azul de la bandera asturiana se tiñe del negro oscuro de la muerte. Impotencia, dolor y angustia en una tierra tan bañada por las montañas como por el olvido. No se trata, como cuenta el señor ministro, de una crisis grave en el sector minero asturiano; se trata de un abismo sin fondo en el futuro de muchas familias asturianas, familias con nombres, familias con sentimientos; no se trata, señor ministro, de una insulsa línea roja en el gráfico de la estadística económica de la industria española; se trata de lágrimas y llantos, se trata de miedos y agonías; no estamos hablando de problemas en la economía del país, hablamos de un hombre llamado Lorenzo Gallardo que encontró la muerte cuando salía a la calle a luchar por el pan de sus hijos; sí, señor ministro, aunque cueste creerlo, este minero no era un numero en rojo en el informe sobre la situación minera en Asturias que descansa en los archivos de su despacho, era un trabajador que desafiaba al destino en mitad de una autopista no por amor a la adrenalina, sino por huir de la miseria. No hable de crisis, señor ministro, se lo ruego; hable de hombres, mujeres y niños, hable de nombres propios, no de tópicos economicistas que no hacen sino acentuar el olvido y la rabia de un pueblo que contempla, desde lo alto de sus montañas y desde lo más profundo de sus negras minas, cómo se le abandona en la balsa de la desesperación en mitad del océano de la miseria.Quien escribe es uno más de los millones de emigrantes asturianos que, obligados por su estadística, señor ministro, abandonaron los verdes valles de su tierra empapada de orbayu y sangre para poder encontrar un futuro en una tierra extraña.-
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