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Las virtudes de Occidente

Podemos decir sin temor a equivocarnos que una sociedad con intención de alcanzar el desarrollo no puede tener éxito sin comprender la civilización occidental y el espíritu de la civilización occidental. Las sociedades que no conocen este espirítu nunca conseguirán introducir un cambio positivo en sus vidas. Muchas sociedades islámicas, como la nuestra, estan aún lamentablemente desprovistas de estos conocimientos. Todavía no tenemos conciencia de las ricas facetas de la civilización occidental, y nuestro encuentro con Occidente es más que nada superficial: nos hemos acercado a Occidente o bien con fascinación o bien con aborrecimiento.¿Cuál es la razón de que las, sociedades musulmanes todavía se enfrenten a las mismas preguntas: qué es el desarrollo y por qué estamos subdesarrollados? Nuestro destino histórico ha estado durante siglos en manos de gobiernos autocráticos y caprichosos y no en la de nuestros sabios. No se respetaba la dignidad humana, y el pensamiento -la mayor manifestación de la personalidad humana-, estuvo reprimido y la libertad de opinión prohibida.

Podemos considerar el ejemplo de Irán. Nunca, en las últimas cinco décadas, hemos tenido éxito en nuestra relación con la libertad. La revolución islámica de 1979 fue la única oportunidad real que tuvo Irán de experimentar la libertad gracias a dos aspectos excepcionales: descabezó la dictadura protegida por los antiguos poderes coloniales sin tener que acudir al poder de las armas y arrancó con libertad y no con represión. Pero los agentes extranjeros que habían condicionado nuestro destino en el pasado no se quedaron quietos. Conspiraron para impedir que gozáramos de los frutos de la libertad.

Naturalmente, el Gobierno de la revolución no podía permanecer impasible ante esos manejos y adoptó medidas estrictas para atajar el caos. Algunos echaron la culpa a la libertad en sí como causa de la inestabilidad e incluso utilizaron la religión como un disfraz para justificar su miopía. La autocracia acabó por convertirse en nuestra segunda naturaleza. De. alguna manera, todos los iraníes somos dictadores.

La libertad es la esencia del desarrollo, pero el camino hacia la libertad es duro y está plagado de riesgos. No se pueden poner barreras al pensamiento, y si vivimos en un ambiente libre las opiniones se compensarán y el sentido común prevalecerá. Sin libertad, el pensamiento que chispea en la mente de los intelectuales será canalizado hacia grupos clandestinos y puede llegar a estallar un día de forma violenta y amarga.

En mi opinión, no debemos buscar un único modelo uniforme de libertad para todo el mundo. Debemos intentar crear el clima idóneo deseable en el que la gente puede llegar a aceptarse más facilmente y llegar a un concepto común de libertad y, de esa manera, dar más coherencia a la sociedad.

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