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"No se puede comprender la irracionalidad de los terroristas"

, Invariablemente, desde hace tres décadas justas, cada vez que ETA le da la palabra a sus pistolas y deja la calle ensangrentada, las casas vacías y los cementerios llenos, se intenta analizar el porqué del último tiro, la razón de tanto horror. Y en cada ocasión los ciudadanos fracasan en la tarea de escudriñar a quién le tocará la próxima vez la macabra lotería de la muerte. "No se puede comprender desde la razón de las personas decentes la irracionalidad de los terroristas". Lo dijo ayer el secretario de Estado para la Seguridad, Ricardo Martí Fluxá, y seguramente no será una frase nueva, pero sí una verdad mil veces olvidada.

Hace 17 años y dos meses que el actual ministro del Interior paseaba por Elgoibar (Guipúzcoa) junto a Jaime Arrese, miembro de UCD) y virtual sustituto de Marcelino Oreja en el Congreso. Arrese, nacido en Elgoibar, de donde había sido el primer alcalde de la democracia, tenía 43 años, estaba casado y era padre de dos niños. Mayor le comentó que tuviera cuidado, que las cosas estaban muy mal, que ETA quería acabar con UCD) matando a sus dirigentes. Arrese le respondió que en Elgoibar no había peligro; quizá fuera sí, pero no allí. Días después, el 23 de octubre de 1980, dos terroristas entraron en el bar Iriondo, parada habitual del político, y terminaron con su vida en cuestión de cuatro tiros. ¿Se parece algo esta historia a la muerte en Zarautz de José Ignacio Iruretagoyena?

"¿Cómo es posible?"

Al conocer que una bomba acababa de matar a su hermano, Inmaculada Iruretagoyena, en medio del dolor, se desgañitaba ante los periodistas y descubría que en su horizonte familiar nunca se calibró la posibilidad de un atentado. "¿Cómo es posible?", se preguntaba, "si él es de aquí, uno más de Zarautz, del pueblo vasco y trabajaba para su pueblo". ETA lleva advirtiendo desde hace tres décadas que nadie debe considerarse a salvo, que cualquiera, sea vasco o andaluz, juez o vendedor de bicicletas, puede ser el siguiente. Inmaculada incurría sin saberlo en el error de tantos otros. Descubría demasiado tarde que no hay un rincón tranquilo mientras la banda terrorista siga existiendo. Que aquella guerra de los telediarios no sólo afecta ya a los guardias civiles de Intxaurrondo y a los magistrados de Madrid.La muerte que ETA administra con tanta eficacia no entiende de ningún tipo de vínculo. Las imágenes del terror -los amasijos de hierro, los niños mutilados de piernas y padres- celebran este año su 30º aniversario. Y también las imágenes del desconcierto de las víctimas.

El padre de José Ignacio se enteró del crimen de su hijo encima de su bicicleta, cuando iba a trabajar. Vivió su agonía junto a la ambulancia, apoyado en la pena y en su manillar. ¿No es parecida esta imagen a la del padre de Miguel Ángel Blanco, abrumado por la noticia de su muerte cuando volvía de su trabajo de albañil? Las 820 hazañas de ETA son iguales unas a otras, como dos casquillos de 9 milímetros Parabellum.

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