A los altares
Tuvo una vida ilusoria y una, muerte heroica. Sus ojos, tan separados, le hacían muy fotogénico, que es condición esencial para la santidad moderna. La imagen de su rostro barbudo con una estrella de comandante en la boina ha sido la más publicada en la historia de la fotografía. Aventaja con creces a la de Marilyn, que le sigue en segundo lugar. Ese retrato del Che Guevara, que presidirá la misa del Papa en la plaza de la Revolución en La Habana, es ya uno de los grandes iconos del siglo XX y algún día del próximo milenio, cuando el liberalismo económico haya dejado a la humanidad pelada como un pollo, tal vez en el horizonte emerja la figura de este hombre que concibió el sueño de cambiar el mundo en favor de los desheredados, una idea que dentro de varios siglos será tomada, ya sin riesgo, por una locura inocente, simpática e incluso divina, y entonces a algún Papa puede que le dé el rapto de elevar al Che Guevara a los altares. En su hagiografía se dirá: fue director del Banco Nacional de Cuba y cambió el dinero por vales de papel de estraza. Fue ministro de Industria y obligó a las empresas a administrarse sólo de buena fe; se enfrentó a la Unión Soviética para que ayudara a los pueblos hermanos desinteresadamente; se hizo misionero en el Congo sin armas ni alcohol; en el momento de su martirio en Bolivia le dijo al milico que le apuntaba con la pistola: no tiembles, sólo vas a matar a un hombre. La imagen de Guevara muerto no la ha mejorado ningún Cristo de Berruguete. El icono del Che en un enorme bajorrelieve de metal ocupa hoy toda la fachada del Ministerio del Interior, que Juan Pablo tendrá a su derecha durante la gran misa en La Habana. Esa imagen, como las estampas de los santos que cuelgan en el frontispicio de San Pedro cuando van a ser canonizados, se solapará a los gestos de la sagrada liturgia. El espectáculo será contemplado por millones de pobres de todo el mundo y algunos pensarán que esta ceremonia sólo se realiza en honor del Che Guevara para su futura gloria definitiva.
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