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Reportaje:

La guerra de Argelia se ceba en las mujeres

Las víctimas de los integristas luchan para vencer al miedo y a la muerte

Los titulares que informan sobre la guerra que lleva cinco años causando estragos en Argelia han estado monopolizados por desgarradores relatos de matanzas, ya que los integristas islámicos están cada vez más desesperados en su intento por desalojar del poder a un Gobierno laico apoyado por un Ejército brutal.Mientras ambos bandos se mantienen ocupados anotando puntos en la guerra de propaganda para demostrar cuál de los dos es más salvaje, el pueblo de Argelia ya no puede entender la lógica del salvajismo, que se ha cobrado cerca de 100.000 vidas desde 1992.

Están los miles de mujeres jóvenes, de edades comprendidas entre los 13 y los 19 años, secuestradas, violadas y asesinadas por integristas. Están los habitantes de los pueblos poco interesados en la política que presenciaron matanzas espeluznantes en las que sus parientes fueron decapitados, incinerados y acuchillados hasta morir. Y están los que sobrevivieron a la tragedia y viven con sus consecuencias.

Houria Zedat, de 22 años, iba camino de convertirse en la campeona nacional de yudo cuando, según cuenta ella misma, recibió una carta conminándola a dejar de practicar este deporte, a llevar un velo y a quedarse en casa. Hizo caso omiso. Una semana después, el 21 de julio de 1994, cinco hombres irrumpieron en el piso de su familia en el barrio de Bab Zouar, en Argel. Mientras su madre y tres de sus hermanos eran obligados a mirar, su hermano de 16 años, Mourad, con la boca amordazada con cinta adhesiva, cayó derribado al suelo. Uno de los hombres le rajó la garganta. "Le vi temblar como un corderillo", dice, con la vista clavada en un vaso de té con menta que no probó durante las dos horas de conversación. Cuenta cómo 10 meses después, el 18 de mayo de 19951 los asesinos volvieron y mataron a tiros a su madre, de 57 años. Un año después asesinaron a su segundo hermano.

Hoy Zedat lleva un carmín rojo brillante y viste faldas cortas; su expresión es desafiante y lleva una pistola oculta en la falda. Cuando se le pregunta por el futuro dice que se está planteando solicitar una beca para seguir entrenando en Francia o casarse con un policía que conoció durante las investigaciones de las matanzas. Pero Saida Benhabyles, ex ministra del Gobierno y activista por los derechos de la mujer que ha cuidado de Zedat, dice que tras esta aparente dureza hay una joven traumatizada que apenas es capaz de expresar emoción y ahora adicta a las pastillas para dormir.

Benhabyles cuenta una historia igual de sorprendente de otra joven, Nawal Fathi. Los terroristas asesinaron a sus dos hermanas durante una redada en su pueblo cerca de la ciudad de Blida en 1993. Siguiendo una práctica que según las activistas ahora se ha vueltogeneralizada, se llevaron a Nawal Fathi para servir de esclava sexual en un escondite en las montañas que se alzan sobre Blida. El psiquiatra Abdelhaq Benouniche, que trató a Fathi en la unidad psicológica del hospital de la Universidad Bab El Oued, dijo que fue violada por una veintena de hombres antes de ser liberada tras una incursión del Ejército el 27 de febrero de 1996. Como consecuencia de estas violaciones dio a luz a un niño que murió y, después de ser puesta en libertad, a una niña, a la que ahora cuida su madre.

Suicidio

En esta sociedad argelina, ferozmente conservadora, Fathi optó por no volver a su pueblo porque se sentía avergonzada. Benhabyles la tuvo en el hospital casi un año. Ante su insistencia, le buscaron un trabajo como ayudante en una residencia para jubilados. Pero hace seis meses se suicidó lanzándose de un tercer piso. Tenía 24 años.Según Benhabyles y otras activistas, miles de jóvenes han sido secuestradas. Prácticamente todas ellas se ocultan si son rescatadas y buscan refugio en las asociaciones de mujeres, que cada vez proliferan más. Este año, mujeres argelinas como Benhabyles y Fátima-Zohra Karadja, psicóloga que preside la Asociación Nacional para el Apoyo a Niños con Dificultades, presionan al Gobierno para que dé a conocer la penosa situación de la mujer y cambie las leyes que le conciernen, incluida la prohibición del aborto.

Las activistas piensan que es posible que esto sea el principio de algo: que la batalla contra el terrorismo islámico se esté ganando en la arena de los corazones y las mentes. Hacer pública la situación de las mujeres podría contribuir a poner fin a la rebelión. "Sí, es el verdadero principio del verdadero final", comenta Aicha Barki, antigua directora de instituto y líder de la Fundación Iqra, que lucha contra el analfabetismo de las mujeres. "Hemos superado el miedo".

"En 1993 era mucho más difícil'' dice. "Teníamos miedo de vestirnos como mujeres modernas. Algunas de nosotras nos poníamos el velo como protección. Eso se ha acabado. Mire a su alrededor en las grandes ciudades. Cientos de miles de chicas van a clase sin velo. Los colegios están abiertos, siguen siendo mixtos. Los terroristas han fracasado. Su proyecto ha fracasado". "Ahora depende de nosotros el actuar", prosigue. "Tener leyes que honren a la mujer".

Pero eso sería increíble para este Gobierno. Ha estado dispuesto a exagerar el número de muertes, pero no el sufrimiento específico de las mujeres. Y en el centro de su petición, las activistas recurren a Argelia para que rompa-un círculo de miedo del que ambas partes han llegado a depender en su lucha por ganarse la lealtad de la población.

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