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Tribuna
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El futuro era esto

1999. La pastilla masculina y el anticonceptivo en inyección son accesibles. Entonces las mujeres conquistan por completo la realidad.2001. Los andenes de los transportes públicos se llenan de pantallas de televisión y vídeo de un metro por un metro. Entonces, la idea del pensamiento único se materializa en todo su esplendor, millones de seres humanos se idiotizan al recibir la misma información. Los gobernantes ya no trabajan en los Parlamentos, sino en torres de acero y cristal, desde donde manipulan, utilizando los medios de comunicación.

2007. En los coches se instalan radares anticolisión. Entonces, el radar falla y el conductor se va al carajo.

2010. Hay robots con formas de animales caseros, programados para detectar la voz del amo, capaces de controlar las funciones computerizadas de la casa. Entonces, el perro ya no orina, ni se defeca en la alfombra ni muerde las manitas de aterrorizados niños.

2015. Las raíces genéticas de la mayoría de las enfermedades son identificadas. Entonces aparece la panacea, la vacuna universal, y los laboratorios farmacéuticos cultivan nuevos virus. Occidente los propaga en el Tercer Mundo para controlar la natalidad.

2016. Un teléfono holográfico proyecta una imagen a tamaño natural de la persona a la que se llama. Entonces se pilla en pelotas a miles de amantes con aquellos que no son sus respectivos. Roma aburre más que nunca hablando de la pérdida de valores familiares.

2020. Los aviones transportan en cada vuelo 1.000 personas. Entonces, un hermoso número de cadáveres y siniestros aéreos ocupa los telediarios.

2022. Los fetos concebidos in vitro maduran en incubadoras y nacen sin conocer la placenta. Entonces, el alma se desvanece, la conexión entre madre e hijo se rompe y Roma emprende la última cruzada.

2025. Los ordenadores se conectan directamente al cerebro, responden a los pensamientos, se suprimen los teclados. Entonces, las universidades y los profesores son sustituidos por chips, la reflexión por un orden perfecto de ecuaciones matemáticas, de fractales que construyen figuras como mujeres y hombres desnudos bajo la lluvia. El sexo desaparece.

2030. Se crean ojos y extremidades artificiales. Entonces, los ciegos ven y los cojos caminan. Una mujer antes en apariencia fea, tras la operación, estalla en la carlinga de un avión, junto a 999 viajeros que ven cómo sus cenas se salpican de cables y silicona.

2031. La hibernación humana es un hecho. Entonces, la eternidad también, se multiplican los dictadores vitalicios.

2040. Fusión nuclear. Se embrida y genera electricidad por este método. Entonces, la noche fallece de inanición, y los besos a la luz de la luna lo son a la luz de neones.

2044. Los robots microscópicos se reproducen utilizando la nanotecnología. Entonces, Dios muere.

The Times, hace unas semanas, arrojaba algunos de los avances que traerá el próximo milenio. Harían temblar a un Orwell redivivo y a sus predicciones; a un Burguess cuya violencia es el cuento de Caperucita en unas fechas atroces, con maridos que queman a sus mujeres a lo bonzo; a un Huxley que hablaba de infrahombres al servicio de hombres y que ahora temblaría ante cualquier guerra fratricida. La novela de anticipación proponía y conseguía pintar un fresco de futuro, analizando el presente y estirándolo hasta la exageración. Pero estas novelas, escritas hace no demasiados años, estos novelistas de raza, no podían sospechar que el tiempo, de repente, al cabo del siglo, se aceleraría y que lo fabulado se convertiría de inmediato en obsoleto.; No hay imaginación más cercana que 14 de la muerte ni ilusión más vacía que la alcanzada. Antes, el futuro era un territorio destinado al sueño, lo que se conseguiría con el esfuerzo cotidiano o, simplemente, dejándose llevar. El futuro amanecía en los detalles, obedecía al ser humano, a su condición. Hoy parece que el futuro no existe.

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