Enésima versión de clásico literario

En 1719, Daniel Defoe publica su famosa novela Robinson Crusoe. A pesar de que no es una obra fácil de adaptar al cine, en la medida en que narra la solitaria vida de un inglés en una isla desierta durante 28 años, ha dado origen a las más variadas y desiguales películas.Desde El Robinson moderno (1932), de A. E. Sutherland, una comedia protagonizada por Douglas Fairbanks, hasta Robinson Crusoe por un año (1986), de Nicolas Roeg, donde Oliver Reed encarna al peculiar protagonista. Entre medias se sitúan Yo, Viernes (1976), de Jack Gold, y, sobre todo, Robinson Crusoe (1952), dirigida por Luis Buñuel.

La versión que acaba de estrenarse es un telefilme rodado en 1993 por el australiano George Miller con el entonces desconocido Pierce Brosnan. El éxito de Goldeneye (1994), donde resucita a James Bond, le convierte en un actor taquillero. Entonces la productora norteamericana Miramax compra los derechos a la productora australiana RHI, hace algunos arreglos y la estrena como si fuera una película.

En la realización de estos indeterminados ajustes interviene el director Rodney K. Hardy, que acaba firmando la película a medias con George Miller. Estos cambios pueden ir desde alargarla a sus actuales 90 minutos hasta incluir una machacona voz de fondo que subraya los escasos momentos de soledad que disfruta Robinson Crusoe. Esta enésima versión de la obra maestra de Daniel Defoe carece de atractivos. Se apoya en un canto a la amistad entre el negro Viernes y el blanco Robinson Crusoe. Más que la historia de un náufrago y de su soledad está planteada como una lucha entre el hombre blanco y los salvajes.

El poco expresivo Pierce Brosnan es el protagonista total de la historia, aunque los guionistas no le dejan solo mucho tiempo.