Soluciones
Juan Miguel Durán, de 50 años, sufrió una trombosis cerebral el día 1 de marzo de 1997 que le produjo "extenso infarto agudo en territorio de arteria cerebral media derecha, con compresión del ventrículo ipsilateral" y como consecuencia una hemiplejía izquierda. Ingresó en el hospital Ramón y Cajal y fue dado de alta hospitalaria el 24 de marzo de 1997. El día 31 del mismo mes empezó a recibir, en el propio hospital, tratamiento de Fisioterapia y terapia ocupacional, tres horas por semana, siendo esto motivo de una apreciable y paulatina recuperación.En el mes de agosto se interrumpió el tratamiento debido a vacaciones del personal (siempre he pensado que las enfermedades no entienden de vacaciones), debiendo continuar en septiembre.
Aquí empieza el problema: al llegar ese momento, no pudo reanudar el tratamiento de fisioterapia (únicamente comenzó la terapia ocupacional) ya que, según nos comunicaron, en el gimnasio de fisioterapia neurológica hay escasez de personal; y, después de hablar con su médico de rehabilitación, su ex fisioterapeuta, con la supervisora de los gimnasios y acudir dos veces a atención al paciente, se nos recomienda paciencia, comprensión y no perder la esperanza hasta que se produzca una plaza, con argumentos de peso tales como:
1. "Su enfermo debe darse por contento, ya que al menos ha recibido cuatro meses de rehabilitación".
2. "Hay un montón de enfermos en lista de espera que no han tenido la oportunidad de tener ni una sola sesión, y tienen preferencia sobre él".
Etcétera.
Pues bien, en mi opinión la única razón de peso que existe es que este enfermo tiene que seguir recibiendo su tratamiento porque así lo cree oportuno su médico de rehabilitación, y esto es necesario para conseguir el máximo restablecimiento posible, considerando su enorme lesión.
Llevo desde el día 1 de septiembre de 1997 ejercitando la paciencia y la comprensión ante los problemas del hospital, la esperanza de que contraten nuevos fisioterapeutas, la tolerancia, etcétera, pero ¡ya no puedo más! El tiempo pasa en contra del enfermo, y, como yo soy su responsable, no voy a permitir que esto suceda.
En mi interés por solucionar este problema, durante estos tres meses, he descubierto algo curioso: los gimnasios de rehabilitación no dependen de los médicos de rehabilitación. O sea, el médico considera, según la lesión del enfermo, que debe hacer el tratamiento, pero quien decide si ese enfermo entra o no en el gimnasio es algo así como la dirección médica de enfermería o la supervisora. Eso no lo entiendo.
Por favor, ¡que alguien me ayude a solucionar esto enseguida!.-
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