La nueva ofensiva hutu hace temer otro exterminio étnico en Ruanda
Todos temían que podía ocurrir de nuevo. Y ocurrió. Presuntos milicianos hutus irrumpieron la semana pasada en un campo de refugiados tutsis del antiguo Zaire, amparados por las Naciones Unidas, y asesinaron a 270 de ellos. Era la segunda matanza en apenas cuatro meses -el pasado agosto murieron 130 refugiados- que sufría el campo de Mudende, situado en una de las áreas más violentas del noroeste de Ruanda, en una repentina reedición del exterminio étnico que conmovió al mundo hace tres años.El recuento oficial de víctimas fue cuestionado por los supervivientes, que aseguran que la cifra real de muertes fue muy superior. Sin embrago, el Ejército ruandés contabilizó los cadáveres junto con representantes de la ONU. Pero la espantosa evidencia era patente en Mudende: cuerpos carbonizados, niños acuchillados hasta morir, ropas empapadas de sangre y tiendas de campaña quemadas.
El jefe militar de la región, el coronel Kayumba Nyamwasa, afirmó que había suspendido en sus funciones al comandante de la guarnición de Mudende por no impedir un ataque con armas de fuego, granadas y machetes lanzado en pleno mediodía contra el campo de refugiados, y en el que más de 200 tiendas de campana quedaron calcinadas. Los responsables ruandeses y de la ONU deben resolver ahora la penosa situación de los más de 16.000 supervivientes de la matanza, la mayoría de los cuales huyeron a un cercano campamento provisional.
Genocidio de 1994
Para las actuales autoridades de Ruanda, de mayoría tusti, las bandas hutus que aún actúan son los restos de las tropas y las milicias del anterior régimen, controlado por esa última etnia, que desató en 1994 un genocidio que se cobró la vida de unas 800.000 personas. El regreso de la mayoría de esos grupos armados a Ruanda ha disparado la violencia desde hace un año."No estamos combatiendo en una guerra, luchamos contra el genocidio", aseguró el coronel Kayumba Nyamwasa en el funeral de las víctimas de la última matanza en Mudende. Su Gobierno ha sido acusado de desentenderse de la repatriación de refugiados desde el antiguo Zaire, mientras el conflicto se extiende a lo largo de los límites étnicos entre tutsis y hutus en el noreste de Ruanda.
Las milicias hutus -unos 15.000 hombres, según Kigali- atacan y asesinan a civiles tutsis, lanzan incursiones contra las cárceles para liberar a acusados del genocidio de 1994, atentan contra funcionarios, ya sean tutsis o hutus, que colaboran con el Ejército, queman edificios públicos y asaltan a los viajeros en los caminos. Las Fuerzas Armadas ruandesas creen que, tras cada ataque, las bandas hutus se vuelven a mezclar con la población local, que en gran medida les da, apoyo.
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