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Consecuencias internas de la ruptura con Bruselas

Juan Carlos Sanz

Después de 34 años de relaciones, el noviazgo entre el pretendiente turco y la Europa unida ha sufrido un nuevo altibajo en la cumbre de Luxemburgo, donde otros han sido elevados a la condición de prometidos. La tradición musulmana impone que el novio pobre debe trabajar duro para costear la dote que le exige la familia de la novia. "Hay que ganar más dinero, arreglar bien la casa y ascender de categoría social", reconocía ayer el analista del Turkish Dady News, Dogu Ergil, antes de admitir que con "una inflación anual del 90%, torturas sistemáticas, integrismo islámico y terrorismo [de la guerrilla separatista kurda] y así 15.000 casos de asesinatos o identificados pendientes de juicio en los tribunales" el sistema político y económico turco está aún lejos de poder competir en la primera división europea."Turquía sólo pedía en Luxemburgo el reconocimiento formal de su candidatura, a sabiendas de que no va a ingresar en el club europeo antes de 20 o 30 años", explicaba ayer un diplomático de la UE acreditado en Ankara, "y la UE le ha ofrecido sólo condiciones". Los observadores internacionales en la capital turca asisten estos días a un espectáculo de gestos desairados de puertas afuera que es preciso interpretar en clave interior.

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Por un lado, los islamistas del Partido del Bienestar -que casi con toda seguridad va a ser ilegilizado en menos de dos semanas- y los sectores más conservadores del Ejército -el todopoderoso guardián del Estado kemalista- se alegran de no tener que verse sometidos al permanente escrutinio del Parlamento Europeo, auténtico inquisidor de los candidatos a la integración en la UE.

Pero en la otra cara de la moneda, el Gobierno del conservador Mesut Yilmaz -un equipo de coalición de mínimos, surgido del golpe de Estado blando que expulsó en junio al islamista Necmettin Erbakan del poder-, ha perdido su ambigua apuesta europea. Era evidente el farol en su órdago mediático, a pesar de que la prensa turca, que ahora pide dar la espalda a Bruselas, llegó a soñar en una adhesión a la UE en apenas un par de años.

La exigencia de Luxemburgo era asumible a largo plazo en lo que concierne a la mejora de los derechos humanos y de las minorías, pero no para Chipre y el Egeo. "Chipre es la clave del desencuentro entre Ankara y la UE, y en eso Turquía no se va a mover ni un milímetro", aseguran las fuentes diplomáticas consultadas en Ankara. Las mismas que aventuran que la cuenta atrás hacia unas elecciones adelantadas, previsiblemente antes del próximo verano, puede haberse desencadenado ya.

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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