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Una anciana muere carbonizada en su piso en un incendio ocasionado por una estufa de butano

Jan Martínez Ahrens

Murió pidiendo auxilio. Antonia Gurruchaga Ugalde, de 85 años, se vio atrapada en la mañana de ayer por un incendio desatado en su pequeño piso de la calle de Pelayo (Centro). Las llamas, según los bomberos, partieron de una estufa de butano situada bajo una mesa camilla. De ahí, el fuego se propagó por el resto del comedor. Antonia, rodeada por el humo y las llamas, consiguió sobrevivir algunos minutos, los suficientes para pedir socorro a sus vecinos. Pero el fuego fue más rápido. Cuando los bomberos llegaron, el cadáver yacía carbonizado en elsalón.

La vivienda de Antonia estaba situada en la tercera planta del número 30 de la calle de Pelayo. El piso, antiguo y de unos 50 metros cuadrados, daba a un patio interior. La mujer, que acababa de volver a su casa tras pasar un mes con su hermana, vivía sola. Pese a sus problemas de movilidad -se apoyaba en un bastón para caminar-, Antonia era capaz de llevar una vida normal."Bajaba a la peluquería y hacía pequeñas compras", recordaba ayer un vecino, "tres veces a la semana recibía la visita de un asistente y tenía un servicio de esos de telealarma [3.000 usuarios están abonados a este servicio el 0,5% de los mayores de 65 años de la región]".

El fuego se originó sobre las 8.30. La primera señal de alarma la dieron los gritos de la propia Antonia. Algunos vecinos confundieron la desesperada petición de socorro con una de las disputas familiares habituales en una planta del inmueble.

Eva, de 24 años, y vecina de puerta de Antonia, creyó, en cambio, que alguien se había caído por el patio interior. "Fui corriendo a despertar a mi her mana, y al pasar por el comedor alcancé a ver el humo que salía de las ventanas de Antonia. Era terrible, la mujer gritó y gritó durante cinco minutos. Llamamos a los bomberos inmediatamente. Mi hermana se lanzó al pasillo y tumbó la puerta de una patada. Pero no se podía entrar", explicó Eva.

Su hermana María, de 29 años, prosiguió el relato: "La puerta principal de Antonia daba a un pasillo por el que sólo salían humo y llamas. Intenté entrar, pero fue imposible".

Subieron entonces dos vecinos más. Sergio Núñez, de 19 años, y su padre. Ambos se pusieron una toalla húmeda en la cara y se lanzaron hacia las llamas.

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"Sabíamos que estaba allí"

"Vivimos en la planta baja, pero habíamos oído los gritos de los vecinos y subimos. Nos contaron lo que ocurría: sabíamos que la anciana estaba allí dentro. Avanzamos unos metros por el pasillo, pero el humo era demasiado espeso y tuvimos que retroceder", relató Sergio.Los bomberos llegaron al lugar del incendio en menos de 10 minutos. Rompieron puertas, tiraron ventanas, anegaron la vivienda. Pero Antonia ya había fallecido. Su cadáver, calcinado, yacía en el salón," entre los restos humeantes de su hogar. "Posiblemente, antes de morir, la mujer perdió el conocimiento por el humo", señalaron los médicos del Samur.

Para los bomberos, el incendio se originó cuando la estufa de butano que Antonia tenía encendida bajo la mesa, prendió el cobertor y quizá también la ropa de ella. Luego, el fuego siguió por la librería hasta arrasar el resto del salón.

"Yo aún no me he repuesto. Sigo oyendo los gritos de socorro de Antonia, la pobre. Ha tenido que ser horrible. Apenas estaba a unos cuatro metros de nosotros, pero no hemos podido rescatarla", decía Eva.

La joven, con el pijama aún puesto, fumaba un cigarrillo con ansia. Su hermana, también en pijama, mantenía todavía la cara tiznada por el humo.

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Sobre la firma

Jan Martínez Ahrens
Director de EL PAÍS-América. Fue director adjunto en Madrid y corresponsal jefe en EE UU y México. En 2017, el Club de Prensa Internacional le dio el premio al mejor corresponsal. Participó en Wikileaks, Los papeles de Guantánamo y Chinaleaks. Ldo. en Filosofía, máster en Periodismo y PDD por el IESE, fue alumno de García Márquez en FNPI.

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