La responsabilidad global de Estados Unidos
Muchos estadounidenses parecen abrumados por la sensación de que, dado que el imperio soviético se derrumbó, se puede tachar el peligro de guerra de la lista de posibles riesgos. Según ellos, Estados Unidos debería prestar atención a sus propios problemas y no implicarse en un mundo en el que sus intentos de hacer el bien son recompensados con ingratitud.El aislamiento tiene una larga tradición en Estados Unidos; vuelve intermitentemente y en diferentes formas. Sin embargo, en la época moderna, nunca ha protegido a Estados Unidos del peligro, sino que retrasa su intervención cuando estallan las conflagraciones. EE UU paga por su falta de interés inicial mil veces más de lo que habría pagado si se hubiera implicado al inicio de la crisis o, mejor todavía, antes. Los estadounidenses pagan por su miopía no sólo con gastos más elevados, sino también con vidas perdidas innecesariamente. Por eso es por lo que el aislamiento es estrecho de miras y no compensa nunca. Esto es especialmente cierto en una época en que la protección de los valores que EE UU defiende es más difícil que antes. Antes, el enemigo era uno, armado hasta los dientes y bastante previsible. Pero las amenazas que se ciernen sobre el mundo de hoy son a la amenaza del comunismo lo que la metástasis a un tumor aislado, porque el mundo está inmerso en peligros diversos, descentralizados (y, sin embargo, interrelacionados) y difíciles de predecir.
Creo que EE UU concentra simbólicamente todo lo bueno y lo malo que tiene nuestra civilización, desde el fantástico desarrollo de la ciencia y la tecnología, pasando por la libertad civil y las sólidas instituciones democráticas, el culto al perpetuo crecimiento económico y al eterno consumo, hasta los dictados del materialismo y la anulación de la singularidad humana por la uniformidad del ruido constante de la trivialidad televisiva.
Por estas razones, las vías por las que Estados Unidos asume sus responsabilidades globales deben abarcar aquellas premisas que por sí solas pueden salvar al conjunto de la civilización: estas vías deberían estar imbuidas de una nueva espiritualidad, un nuevo carácter y una nueva ética; precisamente de aquello que debería ser adoptado por todas las culturas, todos los ámbitos de la civilización y todas las naciones del mundo actual como condición de su supervivencia.
¿Qué significa esto en términos concretos? En primer lugar, el respeto y la comprensión de los valores positivos inherentes a otras culturas. También, el valor de salir del mundo del poder pragmático y defender -no violentamente- la verdad y la justicia allá donde sean violadas, independientemente de que estén o no en juego contratos comerciales rentables.
En lo que respecta a las cuestiones de seguridad, creo que, en casos que no dejen lugar a dudas, y siempre que disfrute del apoyo general de los amantes de la libertad y de las democracias pacíficas, EE UU debe poder intervenir con la fuerza -es decir, por medios militares- contra el mal. Estados Unidos no puede y no debe abandonar esta obligación, que es una manifestación muy específica y extrema de su responsabilidad ante el mundo.
En el transcurso de la guerra fría, Estados Unidos entendió esto, aunque los historiadores discrepan acerca de las situaciones en las que puso a prueba su competencia o de los medios que empleó. Creo que, después de todas las buenas y malas experiencias que Estados Unidos ha tenido este siglo, debería entender que la forma más eficaz, más ética y, a fin de cuentas, menos costosa, de enfrentarse a estos desafíos es invertir todo su potencial intelectual y un porcentaje considerable de su fuerza material en lo que yo denomino "prevención de seguridad", aunque está claro que predecir y evitar conflictos es más difícil que involucrarse en ellos y ganarlos.
Ampliar la Alianza Atlántica forma parte del ajuste de cuentas de EE UU con su destino. Algunos estadounidenses opinan ahora que la ampliación de la OTAN no tiene sentido. ¿Por qué aceptar a países que formaban parte del imperio comunista y, por consiguiente, algo sospechosos, cuando Occidente no se enfrenta a amenazas serias? Además, la ampliación de la OTAN podría ofender a cierto gran Estado euroasiático y costar dinero a los contribuyentes. Este razonamiento -después de todo lo que hemos soportado en el siglo XX, en el que han muerto más de 200 millones de personas en guerras y campos de concentración- es ingenuo, corto de miras, e incluso peligroso.
Europa es un continente extraño. La civilización actual nació en su seno, pero también dos guerras mundiales. Por primera vez en su historia, Europa tiene la oportunidad de establecer su orden interno basándose en el principio de cooperación e igualdad entre grandes y pequeños, fuertes y débiles, así como en valores democráticos compartidos. También es la ocasión de poner fin de una vez por todas a la exportación de guerras y a la coacción, y de convertirse en un ejemplo de colaboración pacífica.
Si Europa perdiera esta oportunidad, podríamos dirigirnos hacia una nueva catástrofe, incluso más grave que las anteriores. Por las razones que he descrito, las fuerzas de la libertad no se enfrentarían esta vez a un enemigo totalitario. Sería una extraña guerra de todos contra todos, una guerra sin frentes claramente diferenciados; una guerra difícil de distinguir del terrorismo, del genocidio y del crimen organizado; una guerra a la que todo el mundo se vería arrastrado por innumerables medios indirectos y ocultos. No es mi intención asustar, pero cualquiera con un poco de imaginación y un ligero conocimiento de lo que ha estado pasando últimamente -por ejemplo en Bosnia-Herzegovina- debe entender que no se trata de hablar por hablar.
Si el actual proceso de integración europea se detuviera a las puertas de la OTAN de hoy, las consecuencias de esa ruptura, independientemente de la forma que adopte, e independientemente de que nos afecte dentro de tres años o de quince, podrían costar mucho más que el conjunto de las dos guerras mundiales que Europa "ha donado" en este siglo. Después de prolongadas vacilaciones, Occidente dio en Madrid, no hace mucho tiempo, un paso para evitar esta amenaza al invitar a tres países ex comunistas a unirse a la OTAN. Pero fue sólo el principio, no el final. Cualquier persona sensata debe reconocer que el precio merece la pena, ya que la más cara seguridad preventiva es más barata que la más barata de las guerras.
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