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Escritores y críticos recuerdan a Llorenç Villalonga en su centenario

Para conmemorar el centenario, silencioso y silenciado, de un escritor catalán, en versión balear, Lorenzo o Llorenç Villalonga, autor de Bearn, una de las novelas más importantes de la literatura catalana de este siglo, se celebró ayer en Madrid, en la Residencia de Estudiantes, una mesa redonda que contó con la intervención del crítico Rafael Conte y cuatro escritores mallorquines: Valentí Puig, José Carlos Llop, Biel Mesquida y Carmen Riera. Lectores y ponentes se reunieron para conmemorar a un autor tan singular como Villalonga, un escritor "incómodo" y "accidentalista", como lo denominó Puig, pues escribió, indistintamente, en catalán y en castellano, sin saber muy bien cuál era su lengua literaria.De hecho, como recordaron los integrantes de la mesa, Villalonga publicó su primera novela, Mort de dama, en catalán, utilizando el habla de su entorno para hacer un pastiche proustiano, poniendo a caldo a los catalanistas de la época de Palma de Mallorca, lo que le acarreó mil y un problemas, como relató con gracejo y referencias familiares Carmen Riera.

Por enemistarse con su editor catalán (Conte insistió en que debió ser un hombre difícil) escribió en castellano Bearn, una de las novelas catalanas más importantes del siglo, de eso no hay duda (insistieron los contertulios), y la presentó en 1955 al Premio Nadal; y no ganó, es sabido, sino El Jarama, de Sánchez Ferlosio, una novela a la que Villalonga odió toda la vida, como también recordó Riera.

A destiempo

Aunque los puristas de lupa en mano se escandalizaron del catalán que manejaba Villalonga, éste, años después, escribiría Bearn en ese idioma y, como tal, es decir, como el más importante novelista catalán de después de la guerra, se. le consideró y se le estimó en los años sesenta.Pero este hombre, malencarado con su siglo y con su tiempo, conservador a marchamartillo, cínico hasta decir basta y hombre que añoraba el siglo XVIII de Voltaire, pero también el París de Proust, que fue médico psiquiatra toda la vida del manicomio de Palma, que escribió mucho y muy disperso, metido en ficción para contar su autobiografía, y la de su mundo, que se pasó la vida "testificando desencantosbunos tras otros" (palabras de Rafael Conte); este hombre, en fin, está teniendo un centenario a destiempo (cumplió un siglo en marzo). Tan sólo se ha publicado este año Diario de guerra (Pre-Textos), en edición de José Carlos Llop, y en algún "almacén de libros" (Carmen Riera no quiso llamarle librería) de Barcelona no sólo no había nada, o casi nada, de Villalonga, sino que le confundían con el autor de El sable del Caudillo, que es José Luis de Vilallonga. De Madrid no dijo nada; ya lo había dicho Conte.

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