Periodismo ambiental
Culmina hoy en Madrid el Segundo Congreso Nacional de Periodismo Ambiental que empezó ayer con el auspicio de APIA. Esta asociación de casi cien informadores testimonia el oscilante incremento de la "especialidad" en los medios de comunicación. Acaso lo primero a comentar es que esto sube. ¿Cómo, si no, interpretar la presidencia de honor del Príncipe de Asturias y la destacada participación activa en este encuentro de periodistas aureolados como Rosa Montero, Margarita Riviere, Vicente Verdú, Ernesto Sainz de Buruaga, Miguel Ángel_Gozalo, Fernando Jáuregui, Pedro Roncal, Miguel Ángel Aguilar, Manuel Leguineche, José Ramón Lucas? ¿No es delicia el que nos lo clausure esta tarde Manuel Rivas? Probablemente ha cundido la noticia de que lo ecológico es cada día más noticia. De hecho, en el último mes los principales diarios han acogido lo ambiental hasta dedicarle el 1,8 % de sus contenidos, cuando antes apenas se sobrepasó nunca el 0,5%.Describir lo que le pasa al derredor, a veces incluso opinar sobre sus causas y consecuencias, es tarea para amantes de la perplejidad. Porque todos los que parecemos expertos en esta materia deseamos que deje de ser una especialidad para convertirse en una referencia a incluir precisamente en la cotidianidad de los razonamientos económicos, sociales y políticos. Al menos eso concluimos casi siempre que nos ponemos a airear nuestras interioridades desde ese hemiciclo de la sede central del CSIC. Porque estamos de acuerdo con la definición que Ortega y Gasset hizo del especialista y que no puede estar más lejos de lo que consideramos ecológico, por cierto el calificativo más dúctil jamás inventado.
Decía el filósofo que "El especialista sabe muy bien su mínimo rincón del Universo; pero ignora la raíz de todo el resto". Por el contrario, lo ambiental es, cuando menos, la pretensión de incluir en la percepción y en el, razonamiento la máxima vastedad posible. No menos trata de indagar en la raíz de todas las cosas, en aquel Rizomata Pantón de Empédocles, tan vigente. Porque el aire, el agua, la tierra y el fuego, hoy energía, y por tanto contaminación, siguen siendo los cimientos de todo esto que llamamos vida y sociedad-. Que tantas veces se le haya llamado reduccionista al quehacer de los ecólogos, ecologistas y periodistas ambientales es más bien defender intereses demasiado coincidentes con los de quienes sólo contemplan al mundo como el escenario de transacciones económicas.
De ahí que no deje de ser motivo de nuevas paradojas que el Gobierno, a través de su portavoz, haya considerado de la mayor importancia este encuentro. La buena noticia sobre nuestro propio crecimiento no oculta, en cualquier caso, como se ha puesto de relieve en el congreso que el periodismo relacionado con lo ecológico se mueve en un arco que va de la mera supervivencia al regalo. Las catástrofes desgraciadamente le hacen emerger, pero como a todos los otros periodismos que comen ese menú cotidiano de las desgracias, la violencia y las pugnas por el poder. Al mismo tiempo el consumismo único pretende hundir periódicamente a quien más le incomoda. Algo que una vez más está poniéndose de relieve ante la proximidad de la Cumbre Mundial de Kioto sobre el cambio climático. Porque sin duda el pensamiento ecológico y las esquirlas del mismo que aparecen en los medios son una de las pocas réplicas que cuestionan esa uniformización de las apetencias en las que unos pocos han embarcado a la Humanidad. Y eso va demasiado bien, mucho mejor que lo del dichoso pensamiento único que no hay forma de encontrar por parte alguna. Es posible que en realidad no exista o que se extinga al tiempo que nace. Porque pensar una sola forma de estar en el mundo es sencillamente dejar de pensar: la nada. Mientras que el ecológico es un pensamiento que se atreve a acariciar a todos los todos para intentar que nos duren.
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