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Los mil y un cuentos de Pericón de Cádiz

José Luis Ortiz Nuevo lleva al teatro el enorme legado narrativo del cantaor

Escritor y flamencólogo, fundador y director de la bienal de Sevilla, José Luis Ortiz Nuevo ha subido a los escenarios cargado con su hasta ahora inédita vis cómica y su antigua pasión por Pericón de Cádiz. Por dos letras (Las mil y una historias del Pericón) es el título del espectáculo, un insólito intento -entre jondo e hilarante- de hacer teatro de vanguardia a partir de los viejos tesoros narrativos que legó el genial cantaor y filósofo flamenco que fue Juan Martínez Vilches (1901-1980).Ortiz Nuevo ha trabajado tres meses con Pepa Gamboa, directora de la compañía El traje de Artaud, tratando de recuperar un género teatral que tuvo padres surrealistas: la conferencia escénica. "Sí, esto ya lo hicieron Apollinaire, Breton y el Cabaret Voltaire... Pero la referencia es Ramón Gómez de la Serna, que practicaba el arte de la oratoria subido en un trapecio", dice Gamboa.

Tal vez a causa de esa herencia ramoniana, el monólogo -estrenado en Madrid el pasado fin de semana (sólo por dos noches) en el Teatro Alfil, adonde volverá en enero tras girar por Andalucía- subraya sobre todo los elementos mágicos y surreales de las narraciones periconeras. Huyendo de los tópicos y de la música, Gamboa y Ortiz Nuevo hilan decenas de historias a base de sugerentes detalles escénicos (a cargo de Antonio Marín) y breves incisos dramatúrgicos (escritos por el propio Ortiz Nuevo), que ayudan a modernizar unos relatos que transcurren -casi todos- en la primera mitad del siglo: "Tratamos de rebujar lo antiguo y lo moderno; de trasladar la gracia, la fantasía y el atrevimiento de aquel hombre Sabio y radical al mundo de hoy, tan distinto a él", explica el actor.

Los textos proceden de su libro Las mil y una historias del Pericón de Cádiz -"hemos cogido un 10 por ciento del total"-, publicado en 1975 por Demófilo, y forman lo que el escritor define como "conferencia ilustrada de la vida". Disfrazándolas de anécdotas livianas, Pericón entraba con total naturalidad en los terrenos más difíciles de la vida y las situaciones más disparatadas inventando de paso personajes llenos de ironía y ternura, o creando poéticas metáforas sobre el hambre, el miedo, la infancia miserable, la bohemia conforme, el arte, los amores probes y dispares, el arte de vivir y el de morir.

Su enjundia y profundidad sorprenden más si cabe porque Juan Martínez nunca supo ni firmar. Pero ésa era una carencia menor en un hombre capaz de alimentar su alucinante imaginación sin salir de las calles y la bahía de su ciudad. Pericón vio la catástrofe de 1947, que "dejó las cortinas como si las hubieran cortado con tijeras"; conoció a peces que traían relojes de Ceuta a los pescadores de La Caleta en agradecimiento por haberlos soltado cuando eran pequeñitos; fue pescador de faroles finicios encendidos y submarinos alemanes; amigo de perros que mangaban el dinero a los señoritos para irse a comprar tortas; el cantaor canino que le robaba al perro y el compinche de un pulpo que cogía con los bigotes cosas bonitas del fondo del mar para guardarlas en cuevas...

Según su paisano y aventajado discípulo en el cante y el cuento Chano Lobato, Pericón "tenía el mismo arte en las dos cosas: tocaba todos los palos, con generosidad total y sin discriminar a nadie". Una prueba palpable es la historia de Subiela, "mariquita muy guapo y gracioso" al que un médico diagnosticó así: "Me parece que ahí atrás le han andao a usté". A lo que él respondió, sin inmutarse: "Ahí atrás se han hecho hasta carreras de sacos, doctor". Este cuento-chiste pone fin a la hora y cuarto que dura una función que sin más medios que la voz y el talento logra resucitar toda la riqueza de este genio olvidado, literato ágrafo y espléndido que narraba "por el gusto de contar, para sobrevivir y dar gusto a las criaturas".

Quizá por eso, el día que la muerte se le puso en la cara -sufrió una hemiplejía- Pericón tampoco se inmutó. Se miró en el espejo y, con su voz ronca y serena, dijo: "Lo que es la vida. Un ojo arriba, otro abajo. Ni que fuera yo un marciano".

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