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La mexicana Carmen Boullosa indaga en el final de la memoria en su octava novela

"Cielos de la tierra' es un libro muy berlinés", afirma la autora

Carmen Boullosa (Ciudad de México, 1954) es una muy prolífica poeta, novelista y dramaturga, además de ex dueña de un bar cultural y madre de dos hijos. Conocida en España por Duerme, que publicó Alfaguara hace un par de años, llega ahora su octava novela, Cielos de la tierra. Es una reflexión sobre la necesidad de proteger la memoria y un alegato a favor de la palabra, construido a través de tres voces que habitan siglos distintos (el XVI, éste y uno del futuro) y cuyo punto en común "es una profunda melancolía provocada por la sensación de ser testigos de la desaparición de su propia cultura".

Novela casi histórica, pero a la vez utopía futurista y análisis del confuso y acelerado presente, Cielos de la tierra tiene su base narrrativa en un triángulo que se dispersa en el tiempo y el espacio: una mujer del futuro que vive en un extraño mundo llamado L'Atlantide; una mujer europea de hoy, que observa y examina los males del final de siglo, y un hombre, Hernando, que presencia la construcción de un nuevo mundo en los albores del descubrimiento en México.Las tres voces asisten, entre la perplejidad y la melancolía, al final de tres grandes ciclos históricos y culturales, pero su condición común está marcada al mismo tiempo por una gran esperanza, que fortalece y empuja a sobrevivivir: la alegría de contar, la fe en la literatura como salvación, el placer de comunicarse. Según Boullosa, que presentó el lunes su novela en Madrid, esa condición redentora es totalmente aplicable en estos días de desideologización: "La rapidísima caída de los sueños del siglo -Cuba, el socialismo, el libertarismo de los años setenta...- nos ha despojado de casi todas las ilusiones, salvo la de dejarnos seducir o tratar de encantar a los demás con las historias y con la memoria".

Esa memoria, que la autora reivindica como "un poder renovador", no excluye en absoluto la reflexión política. "Todas las novelas son políticas", dice Boullosa, y la suya lo es de una forma "nada nacionalista". Ella escribe de México pero también de Europa, "donde se tiende mucho más al olvido que en América". "Allí no hace falta ejercitar la memoria; siempre está presente como una herida abierta; por eso tenemos la sensación de que el tiempo es circular, de que acabamos de nacer y de que tenemos futuro, lo cual no deja de ser una locura. Pero lo cierto es que eso ayuda a que el tiempo no tenga el sentido de flecha que tiene en Alemania, por ejemplo, donde la memoria y el tiempo se desvanecen mucho más deprisa".

Tal vez por eso un tercio de la novela transcurre en Berlín, "ciudad limítrofe" en la que Boullosa ha vivido año y medio y donde ha recibido recientemente el Premio Anna Seghers de la Academia de las Artes.

La escritora explica que aunque la estructura triangular de personajes pueda parecer un guiño muy americano, la novela es muy berlinesa. Esa ciudad es casi mi segunda madre, un sitio muy especial que en este momento de transformación radical tampoco se mira el ombligo. Berlín no parece pertenecer a un país, sino a varios porque, como París y Nueva York, lo absorbe todo. Yo sigo teniendo la sensación de que queda en el hemisferio sur, aunque los mapas digan lo contrario".

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