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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Voluntad y política

MÁS QUE una consagración personal de Lionel Jospin, el congreso de Brest de los socialistas franceses habrá servido para tomar acta de una voluntad política de hierro: la que ha llevado al Gobierno de coalición francés (socialistas, comunistas y verdes) a innovar no sólo en el terreno nacional, sino también en el europeo, al forzar a la UE a abordar por vez primera el problema que más preocupa a sus ciudadanos, el empleo. Jospin y sus ministros se han presentado como innovadores que no están dispuestos a un simple d0ar hacer que no dio los resultados esperados con el anterior Gobierno de Alain Juppé. Intentan políticas activas de empleo, con sus propuestas de reducir la jornada semanal de trabajo a 35 horas y crear 350.000 nuevos empleos para jóvenes en el sector público.Este planteamiento, cuyo resultado es aún incierto, ha provocado el primer enfrentamiento público de la cohabitación, cuando en el Consejo Europeo extraordinario de Luxemburgo el presidente' gaullista, Jacques Chirac, increpó a Jospin por la práctica de "experimentos azarosos". Desde la tribuna de Brest, el primer ministro socialista le replicó que se trataba más bien de "riesgos fructíferos". A partir de ahora, está claro que la cohabitación no va ser una coexistencia pacífica, sino una lucha política por ganar las próximas presidenciales en el 2002. Y si Jospin se presenta a las presidenciales, es previsible que se le juzgue por los logros de su política, por el fruto de sus riesgos.

Algo ha logrado ya en el seno europeo: trasladar su sensibilidad ante los problemas del desempleo a la agenda de los Quince. La cumbre monográfica de Luxemburgo sobre empleo fue un empeño personal de Jospin a cambio de aceptar el estricto Pacto de Estabilidad que regulará las cuentas públicas de los países que ingresen en la moneda única europea. Jospin ha logrado que en Luxemburgo se ponga la primera piedra de la Europa social, de la que sólo el Gobierno español se ha excluido parcialmente.

Cuando un Gobierno se dedica a la innovación política, como lo hace el de Jospin en materia de empleo, en asuntos sociales o en cuestiones institucionales, no sorprende que el partido principal que lo sustenta se vacíe de ideas; el foco se sitúa en el Ejecutivo, no en el partido. Al congreso de Brest han asistido los otros socios del Gobierno, entre ellos el secretario general del Partido Comunista Francés, el renovador Robert Hue, en una buena sintonía con el resto del Ejecutivo; pero no ha constituido un debate de ideas. La ponencia básica ha sido aprobada por un 85% de los delegados.

Pero sí ha servido para afianzar al propio Jospin y para acelerar el proceso de renovación de personas, con la llegada al poder de dirigentes que no pertenecen a la generación de Jospin, de 60 años, sino a una más joven, representada por la número dos del Gobierno, Martine Aubry (46 años), y por el que desde el jueves será primer secretario del PSF, François Hollande, un renovador que a sus 43 años es el político más joven al frente del PSF. El partido socialista está demostrando así, en un corto periodo de tiempo, una amplia capacidad de renovación de propuestas y dirigentes. Al tiempo que intenta cumplir, con cierto aire de modestia y honradez, unas promesas electorales que en su día parecieron pensadas para suavizar una probable derrota en las urnas. Ese es quizá el secreto de la popularidad que conserva Jospin: el secreto de la fuerza política como voluntad.

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