El médico que atendió a Diana dice que los fotógrafos no entorpecieron su labor
Diana de Gales no balbuceó secretos mensajes de despedida poco antes de fallecer en agosto pasado. En su agonía, corta pero penosa, sólo acertó a decir algo tan previsible como: "Oh, qué dolor cómo me duele". Frederic Mailliez, el médico francés de urgencias que la atendió segundos después del accidente y todavía dentro del Mercedes destrozado, lo ha confirmado por fin al rotativo británico TheTimes.
El testimonio desmiente las declaraciones en sentido contrario del propio Mohamed al Fayed, padre de Dodi, el compañero sentimental de la princesa muerto con ella. Según Mailliez además, los fotógrafos que les perseguían no entorpecieron las labores de rescate.El médico fue la última persona que vio con vida a Diana. Segundos después de quejarse del dolor -tenía rota la arteria que lleva la sangre de los pulmones al corazón y el cerebro- perdió la consciencia. Como no sufría heridas externas, Mailliez le puso una mascarilla de oxígeno, la acomodó en el asiento trasero que ocupaba y trató de confortarla. "Hablaba en inglés y vi que era extranjera, pero no supe su nombre hasta el día siguiente. Dodi y el chófer ya estaban muertos cuando llegué. Un bombero fuera de servicio que pasaba por el puente del Alma atendió al guardaespaldas", ha señalado en una entrevista exclusiva publicada ayer por el diario.A lo largo de la narración, asegura que Diana apenas pudo articular palabra alguna. No hubo por tanto frases melodramáticas como "Dios mío, dejadme en paz". Las mismas fueron publicadas por el rotativo galo Le Parisien y reproducidas por la prensa sensacionalista en el Reino Unido. Tampoco transmitió mensajes secretos al padre de Dodi. "Estaba casi de rodillas con la cabeza apoyada en el asiento delantero. Le di oxígeno y esperé los seis minutos más largos de mi vida hasta que llegó la ambulancia", señala Mailliez. Aunque se marchó cuando la princesa fue trasladada al hospital, recuerda vívidamente la actuación de los fotógrafos. "Estaban allí, por todas partes, disparando sus flashes pero sin entrometerse".
Horas después del accidente, este protagonista involuntario de la tragedia enmudeció ante la televisión de su apartamento al ver quién era la mujer que cuidó. La verdad sobre sus últimos instantes puede añadir, eso sí, más dolor aún al recuerdo de su madre, Frances Shand Kydd. Ella creía que Diana no tuvo tiempo de sufrir porque la herida era mortal. Un último consuelo ahora des vanecido.
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