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FÚTBOL UNDÉCIMA JORNADA DE LIGA

El Madrid sigue agarrado a Morientes

Dos goles del delantero proporcionan una laboriosa victoria ante el Compostela

Xosé Hermida

Morientes sigue ganando crédito en su duelo particular con Suker. Dos apariciones del joven delantero abrieron anoche en Santiago el camino de la victoria para un Madrid que se topó con un rival atrevido y perseverante, que luchó por su suerte hasta el suspiro final. Morientes no necesita deslumbrar. Consume minutos medio perdido en el área, pero el primer balón que le llega lo convierte en gol. El oportunismo del ex zaragocista y una vehemente salida tras el descanso permitieron al Madrid contrarrestar el empuje de un Compostela que amenazó el resultado en todo momento.El partido saludó al público a ritmo vertiginoso. A ello contribuyó decisivamente la actitud del Compostela, esa insolencia que suele mostrar siempre ante los equipos de fuste. Fernando Vázquez no abjura fácilmente de su código y anoche volvió a salir a pecho descubierto ante el Madrid: con la defensa cerca del círculo central y la primera línea de presión encima de los zagueros visitantes. Antes de que se cumpliese el primer minuto, Ohen ya había sobresaltado la garita de Cañizares. El Madrid respondió de modo fulminante, con una irrupción en diagonal de Raúl que éste no pudo culminar ante Ponk. Picó el balón con suavidad, pero le faltó precisión, y su remate acarició el poste.

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El partido tardó en remansarse y el público disfrutó de un cuarto de hora de alegría, de fútbol vertical y abierto. El Madrid fue el primero en apagarse, incapaz de seguir la vitalidad del Compostela. La presión le despojó de la pelota, de modo muy especial a Redondo, y el poderío atacante del Madrid se redujo a los balones abiertos al área desde los costados y a los lanzamientos de falta. El Compostela siguió una tendencia opuesta y sus amenazas comenzaron a cobrar verosimilitud. Chiba y José Ramón sembraron de llamas las dos bandas y Penev, siempre combativo e inteligente, obligaba a los centrales madridistas a no desatender la vigilancia. El premio a esta fase de poderío gallego pudo llegar en el minuto 29, pero el excelente cabezazo de Ohen, ante el que Cañizares no supo hacer nada, se fue a la madera.

El Madrid, que hasta entonces ni siquiera había sido capaz de descubrir el abultado hueco que el atrevimiento compostelano brindaba a Raúl por la banda izquierda, se fue rehaciendo gracias a la perseverancia de Redondo, el referente de su juego. La pelota regresó al cesto madridista y pronto el Compostela comenzó a pagar su osadía. La primera indecisión de la defensa gallega al tirar el fuera de juego estuvo a punto de costarle un gol, pero Seedorf no supo resolver el mano a mano ante su compatriota Ponk. A la siguiente ocasión, sólo un minuto después, el Madrid prescindió de advertencias. Morientes se adelantó otra vez a la salida de la defensa gallega y, antes de que Ponk se le echase encima, inauguró el marcador.

Como el sábado en Santander, el inesperado rival de Suker salió de un anonimato de muchos minutos para resolver con precisión la primera jugada de gol que se le presentaba. Morientes, escorado hacia la derecha salvó a Ponk con una semivaselina. Su ejecución pareció sencilla, aunque la jugada entrañaba cierta dificultad. Fue un golazo.

Lo mejor del Madrid llegó tras el descanso. El equipo de Heynckes prescindió de cualquier tentación especulativa y se echó al césped con el propósito su culminar la estocada de Morientes. No tardó mucho en lograr sus objetivos. El protagonista volvió a ser el mismo. Esta vez Morientes no necesitó ningún alarde, le bastó con estar en el lugar oportuno para ensartar un estupendo centro de Guti, cuyo segundo tiempo sirvió para reivindicar más minutos de juego.

Empuje final

A partir de ese momento, el Compostela se desbocó y el partido perdió academicismo pero ganó emotividad. En situaciones límite, el corazón es siempre la última esperanza. Más por empuje que por fútbol el Compostela logró reducir distancias, aunque el aspecto más peligroso de esa actitud alocada lo padeciese instantes después, cuando una concesión defensiva proporcionó a Mijatovic el tercer gol.Ni con ésas claudicó el Compostela. Su segundo tanto fue todo un homenaje a sí mismo de Penev, un futbolista que ha resucitado en un lugar que muchos aventuraban como su exilio dorado. El búlgaro atrapó el balón, se fue de todo el mundo por clase y por fiereza, logró hilvanar una apurada pared con Ohen y atravesó a Cañizares. La obstinación del Compostela llegó a amedrentar al Real Madrid, que acabó el partido achicando balones en su área hasta lograr su laborioso triunfo.

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Sobre la firma

Xosé Hermida
Es corresponsal parlamentario de EL PAÍS. Anteriormente ejerció como redactor jefe de España y delegado en Brasil y Galicia. Ha pasado también por las secciones de Deportes, Reportajes y El País Semanal. Sus primeros trabajos fueron en el diario El Correo Gallego y en la emisora Radio Galega.

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