"Sólo volvería a parir por una mujer a la que se le muriera el hijo"
El domingo pasado EL PAÍS contaba la historia de una mujer sin útero que logró ser madre de dos mellizas contratando a una madre de alquiler californiana en cuyo vientre se implantaron dos embriones de la pareja española. La Ley de España sólo reconoce como madre a la mujer que da a luz. Así que María -nombre apócrifo de la mujer que aparece en la foto junto a sus dos mellizas- eludió la legislación, y con sus propios óvulos y el esperma de su marido consiguió dos embriones que se gestaron durante nueve meses en el vientre de una mujer estadounidense. María recogió a sus dos recién nacidas el 10 de octubre de 1996. Pagó a la agencia estadounidense Surrogate Parenting Service unos siete millones de pesetas por toda la operación, incluidos los abogados. Karen -nombre también falso de la mujer californiana- sólo cobró unas 120.000 pesetas mensuales durante nueve meses. Cuando María preguntó al ginecólogo encargado del embarazo cómo podía Karen ofrecerse a eso por tan poco dinero, el doctor le respondió: "No trates de comprender nunca a una mujer americana. Tienen otra mentalidad". EL PAÍS ha entrevistado ahora por teléfono a Karen y a su marido, Antonio -de origen hispano-, bajo la condición de que sus nombres reales sean ocultados, como les exige el contrato que firmaron con la agencia.Karen se expresa con más facilidad en inglés y su marido es bilingüe.
Pregunta. ¿Cómo decidió convertirse en madre de unos niños que no eran suyos ni lo iban a ser nunca?
Karen. Mi hermana no puede tener hijos, así que me presenté en la agencia. Pero mi hermana se divorció y ya no quiso tener hijos. Entonces los de la agencia me sugirieron que podía hacer lo mismo por otra mujer que lo necesitara. Consulté con el pastor de mi iglesia y le pareció bien. Sólo puse como condición que los padres fueran hispanos, porque mi marido es de origen mexicano y yo tengo también ascendencia española.
P. ¿Volvería usted a prestarse para gestar los hijos de otra?
Karen. El parto de mis hijas pequeñas, que son mellizas también y tienen tres años, me causó muchos problemas físicos. Y éste de las hijas de María también fue muy doloroso. Aunque ahora estoy bien, me tuvieron que practicar la cesárea. Y ya soy algo mayor, tengo 30 años. Así que sólo lo haría por una mujer a la que se le hubiesen muerto los hijos y ya no pudiese tener más.
P. ¿Y por su hermana?
Karen. También.
P. ¿Contó a sus hijos que los bebés que iban gestándose en su cuerpo no eran sus hermanos?
Karen. Yo les pedí permiso a los mayores antes de hacer nada. Tengo cinco hijos, el mayor de 10 años, y le pregunté si estaba de acuerdo en ayudar a alguien que lo necesitaba. Les explicamos que esta familia no puede tener niños y que Dios se los podía ofrecer a través de nosotros.
P. Y su marido, Antonio, ¿qué opinaba?
Antonio. Con el embarazo de nuestras cuatas (mellizas en modismo mexicano), Karen sufrió calambres y tuvo muy alta la tensión de la sangre. Ella mide poco más de metro y medio yo estaba muy preocupado, eran demasiados partos para un cuerpo tan pequeño. Me dijo que no habría problemas y la apoyé.
P. ¿Tuvieron que interrumpir sus relaciones sexuales?
Antonio. Sí, durante un mes y medio. No hubo problemas.
P. ¿Algún vecino o conocido les criticó cuando veían a Karen embarazada de unas niñas que no eran de ella?
Karen. Los vecinos me decían que yo era muy fuerte y ninguno me criticó. Tan sólo le pareció mal al ginecólogo de mi sociedad del seguro. Se enteró porque mi hijo lo comentó en su presencia. Me dijo que él no entendía cómo una persona podía tener un hijo para otra persona, que eso iba contra Dios y contra la naturaleza. Cambié de médico.
Antonio. Yo soy sargento y trabajo en una base con informaciones secretas. Tuve que pedir permiso para que me dejaran llamar al extranjero para comunicarme con María. Entonces presenté el contrato que firmamos con la agencia y con María y no hubo problemas. El barrio donde vivimos es una urbanización de militares y todos nos comprendieron.
P. ¿Las sentía usted moverse durante los nueve meses?
Karen. Sí, hay una que es igual que la más traviesa de nuestras mellizas, se movía mucho, con mucha energía. La otra era idéntica a la otra melliza nuestra, muy tranquila.
P. ¿Les hablaban a medida que el vientre iba agrandándose?
Karen. Cuando estábamos acostados Antonio oía patear a la más traviesa y les decía que se portaran bien y que no se movieran tanto. Yo me reía y me acariciaba el vientre.
P. ¿Se referían a ellas con algún nombre?
Antonio. Con los nombres de nuestras propias mellizas.
P. ¿Nunca pensaron quedarse con las niñas?
Karen. Nunca. Era un placer hacer esto por ellos. Tenemos nuestros niños y quería que ellos fuesen tan felices como nosotros.
P. ¿Se parecen en algo las mellizas de María a ustedes?
Karen. María nos ha mandado fotos y no se parecen en nada a nosotros. Una se parece a María y la otra a su marido.
P. ¿Qué les dijo a las recién nacidas al verlas?
Karen. Las besé mucho, les hice muchos mimos y cariños.
P. ¿Cuál fue el momento más feliz?
Karen. Cuando salí del hospital con María y los bebés. Yo tenía a una melliza cogida en brazos y María a la otra. Nos dimos cuenta de que ella se había echado a la niña hacia el lado derecho y yo hacia la izquierda. Y nos empezamos a reír.
P. ¿Echan de menos a las niñas?
Karen. A las niñas y a sus padres. Nos gustaría que vinieran de vacaciones. Si ve a María, déle muchos besos de mi parte.
Antonio. Karen trabaja de contable en la misma base que yo. Es un trabajo fijo, de 40 horas semanales, y gana tanto o más que lo que pudo ganar con el embarazo. Está claro que no lo hicimos por dinero.
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