Joaquín Achúcarro afirma sentirse "una víctima de la ley de Murphy"

Joaquín Achúcarro (Bilbao, 1932) abruma con su currículo. Este pianista vasco, considerado, junto a Alicia de Larrocha, el más internacional de los solistas españoles en su especialidad, ha colaborado con 290 directores, ha recorrido 56 países, ha actuado junto a 174 orquestas diferentes y ha obtenido premios como el Nacional de Música en 1992. Pero, pese a sus éxitos, Achúcarro se considera "una víctima constante de la ley de Murphy, esa que dice que las tostadas, cuando caen, siempre lo hacen por el lado de la mantequilla".

Uno no puede mostrarse más que escéptico cuando le escucha afirmar algo así porque, con su carrera, ¿qué hubiese sido de él si las tostadas le llegan a caer por el lado bueno? Y responde: "Ahora sería considerado el mejor de los pianistas españoles". La afirmación, sin embargo, no es engreída. Es una broma de este hombre sencillo, amable, sin cero y socarrón que considera su relación con el piano como algo lleno de "rechazo, indiferencia, curiosidad, interés, amor, pasión y adicción". Joaquín Achúcarro desgranó el pasado miércoles en el Auditorio Nacional de Madrid una versión personalísima del Concierto para piano y orquesta de Joaquín Rodrigo, que acaba de salir al mercado. Pero más que de su nuevo lanzamiento, Achúcarro prefiere hablar de Bilbao, donde actuó en la inauguración del museo Guggenheim. El pianista pasa desde hace años más temporadas en su ciudad natal que antes, cuando tenía fijada su residencia en Londres. Ahora se reparte entre la capital vizcaína, Estados Unidos y las ciudades donde actúa. En Dallas ocupa la cátedra Joel Estes Tate de piano en la Southem Methodist University, que atiende cuando puede, entre viaje y viaje, con "clases concentradas", desde 1989, cuando aterrizó allí sin querer. A Bilbao vuelve con más frecuencia porque se siente atado por hábitos de sus primeros años ya que, asegura, "nos creemos libres, pero no lo somos, hay pequeñas costumbres de las que no podemos liberarnos: las alubias con chorizo, por ejemplo".

"Tarjetas de visita"

Joaquín Achúcarro es miembro de la generación española de los 50, a la que pertenecen Cristóbal Halffter, Rafael Frühbeck de Burgos, Antoni Ros Marbá, Esteban Sánchez o Carmelo Bernaola, pero huye de las etiquetas. "La gente se empeña en ponerte tarjetas de visita", dice, "pero son coincidencias en el tiempo, simplemente. Lo que pasa es que el hombre tiene miedo a su individualidad, a que cada hecho es único y cada puesta de sol, irrepetible".Experto en Brahms, Beethoven, Debussy, Ravel, Mozart y Rachmáninov, ha elegido a estos compositores porque "con ellos el piano suena muy bien". Aunque hay otras razones para profundizar en ellos. "Los pianistas somos unos afortunados porque nos pasamos la vida estudiando la obra de personajes excepcionales y de mentes privilegiadas", asegura.

El intérprete es optimista con respecto al futuro de la música en España porque "cada vez acude más gente a las salas de conciertos". Y piensa que es porque "se ha perdido el miedo al aburrimiento". Puede que gracias a espectáculos como los de los Tres Tenores o películas como Shine, que Achúcarro considera "buenos", "la gente acude a los conciertos con ganas de disfrutar".