Temblores en el parqué
Confieso que soy un corazón desgarrado entre los avatares de la Bolsa mundial y la llamada a rebato de un novedoso concepto de las Humanidades que deja fuera de la Humanidad a los alumnos a quienes se dirige el invento, tratados como vacuno a quienes, se señalará con tal fierro o tal otro, según ganen la pendencia los unos o sus contrarios y, en cualquier caso, obligados a aprenderse las materias contrarreloj, como siempre. Venza quien venza, la consigna debería ser no fiarse de enseñanza alguna, negarse a ver Locura de amor, y tratar de leer, fuera de clase, León el Africano, de Amin Maaluf.Pero incluso un alma atribulada cual pajarillo en la tormenta por la depreciación de sus acciones de Depilatorios en Vivo, puede sentirse concernida por la juncal presencia en Japón de nuestro Presidente Tamagotchi y su envolvente séquito. Lo primero que pensé fue: ondia, mira que si ahora éste. se nos pierde. Porque, siendo las calles de Tokio muy enrevesadas y careciendo de numeración, y ofreciendo el mandatario un aspecto de Prototipo Laborioso Medio fácilmente mimetizable con el entorno nipón, corríamos el riesgo de que, caso de extraviarse, no pudiesen dar con él nunca más y transcurriera el resto de su vida dando vueltas en el metro.Reconozco que respiré con alivio cuando vi que los japoneses, supongo que tan espantado
como yo ante la posibilidad de semejante tragedia, proporcionaron a su ilustre huésped una escolta de agentes secretos autóctonos disfrazados de sevillanas, cuya vistosidad le convirtió en blanco localizable a cualquier distancia, con o sin infrarrojos. Así que, más tranquila, pude volver a ponerme frenética por la crisis de Hong Kong y otros avatares de la economía inmaterial. Acojona pensar que ese dinero que vuela no sabemos si existe o no, pues es la especulación la que lo hace valioso o lo reduce a estiércol.El Martes Trémulo y sus secuelas informativas -los periodistas, cuando nos da la perra, nos metemos en despliegues tipo parque temático- sepultó en una marea de histeria algunos datos concretos sobre personas. reales, derivados de la Conferencia Internacional sobre Trabajo Infantil celebrada en Oslo. Son 250 millones los niños explotados en todo el mundo, y la cantidad incluye al cuarto de millón de niños españoles. Cifras que nunca bajan, que siempre suben sin que tiemble parqué alguno. Con amargura fin de siglo (El Siglo de los Apagones) podríamos decir que ésos, al menos, trabajan.
De la depauperada Bulgaria me llega el último pedido de socorro, que les transmito porque sé que, pese a que los egoístas hacen más ruido, existen muchos altruistas todavía. A principios de este año, el personal de nuestra Embajada, conmovido por lo que veía a su alrededor -era el momento más grave de la crisis económica-, se planteó tratar de ayudar, a título privado, a algunos de los sectores más necesitados. A través de la Cruz Roja Búlgara contactaron con un orfanato en donde, en aquel momento, 93 niños de edades comprendidas entre los tres y siete años se encontraban en situación de marasmo, un cuadro clínico bastante más grave que la desnutrición. Pusieron en marcha una caja común y con el dinero que se reúne se les ha proporcionado, hasta ahora, abundante comida diaria, costeándoles también los gastos de calefacción y atenciones médicas. Se han salvado.
El gesto ha ido creciendo, ampliándose; la iniciativa se ha trasladado a la residencia de artistas veteranos y a un centro que acoge a 400 niños sordos, sordomudos o con graves deficiencias auditivas, de los cuales 150 están allí en régimen de internado. Hay también una maternidad en donde se producen 2.000 partos al año -acaba de recibir ropa pata bebé y pronto tendrán abundante leche- que necesita, como tantos otros hospitales, instrumental, aunque sea de segunda mano. Los organizadores de esta operación han contagiado su entusiasmo, y varios particulares y alguna que otra firma -El Corte Inglés ha mandado ropa de abrigo- colaboran en el proyecto. Les urge mucho más, porque ha empezado a nevar y lo peor siempre ocurre en invierno. De modo que ahí va: pueden unirse a ellos a través de Cáritas o, de Cruz Roja, entregando sus contribuciones para Solidaridad con Bulgaria. Es una acción que sólo cotiza en el firme suelo que pisan los mejores.
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