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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Rumbosa Expo

EL INFORME del Tribunal de Cuentas sobre la Expo de Sevilla concluye que el saldo final -de los 10 años de gestión- ha sido de 35.000 millones de pérdidas. Las conclusiones del extenso documento corrigen drásticamente las cuentas triunfalistas que se presentaron en su día y que tuvieron su máxima expresión en el balance del ejercicio de 1992, cerrado oficialmente con un beneficio de 18.000 millones. Es necesario aclarar que esas dos cantidades no corresponden a conceptos homologables, pero entre las cuentas de entonces y las aprobadas por el tribunal hay una corrección final de unos 30.000 millones a la baja. Una cantidad suficientemente significativa como para despacharla con alusiones superficiales a una supuesta leyenda negra contra la Expo, como intentaron ayer varios portavoces del PSOE. Sólo superados por la irresponsabilidad de algunos dirigentes del Partido Popular que inmediatamente sacaron a relucir fraudulentos desvíos de fondos. Porque es indudable que el informe hace una severa corrección contable y crítica el descontrol en la gestión, pero no plantea sospechas de ilegalidad.La Expo de Sevilla fue un éxito en cuanto a brillantez y proyección internacional. Así fue unánimemente reconocido en su momento. Otra cosa es que se hubieran podido reducir los costes de haber elegido un modelo menos faraónico. Resultan también cuestionables sus efectos duraderos para la economía española, y andaluza en particular. Los intentos de rentabilizar las instalaciones mediante actividades permanentes se han saldado hasta ahora con números rojos. Y si bien es cierto que actuó de catapulta para importantes mejoras en infraestructuras, estas inversiones hubieran podido realizarse al margen del acontecimiento y tal vez a menor coste. Es posible que a esos 35.000 millones se les hubiera podido encontrar un destino más eficaz, pero tampoco pueden olvidarse los beneficios -tangibles o intangibles- que produjo la Expo y despachar sin más el asunto como la historia del gran despilfarro. Puestos a comparar, el PER -tan denostado por el PP cuando estaba en la oposición- sigue costando cada año unos 33.000 millones de pesetas.

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El Tribunal de Cuentas eleva a 35.000 millones las perdidas de la Expo 92

Que fuera un éxito y que haya contribuido a paliar el retraso de Andalucía no Justifica, sin embargo, una gestión que produjo una desviación tan enorme del gasto. Del informe parece deducirse que ese éxito organizativo costó a precio de oro. Más concretamente, que la necesidad de resolver los problemas nacidos de la falta de previsión -o de previsiones poco realistas- aumentó enormemente el gasto. Siendo una iniciativa surgida una década antes, en 1982, la improvisación debería haberse reducido al mínimo. Ocurrió al revés: casi todo -parte de las obras, contratación de artistas para los espectáculos e incluso de personal directivo- hubo que hacerlo a uña de caballo, pagando a veces el doble de lo que habría costado normalmente.

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Ahí están los casos del Teatro Real de Madrid y el Liceo de Barcelona, entre otros, para confirmar que la desviación en las obras públicas no es una exclusiva sevillana. Pero ese incremento del 41% en las obras con un presupuesto superior a los 100 millones abre algunas incógnitas. Los responsables deben explicarlas ante el Parlamento. Y responder de ciertas iniciativas -grandes comisiones a empresas encargadas de captar participantes, reserva desmesurada de plazas de hotel pagando por adelantado- que, si no ¡legales, sí resultan extravagantes: como la de quien se entretiene tirando la casa por la ventana. Con la particularidad de que en el caso de la Expo los muebles no eran suyos.

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